Trío de ambición.
Carlos A. de la Garza Durán
¿De qué trío estamos hablando? El trío de la envidia, codicia y avaricia. Este conjunto de males dominan fuertemente en este mundo. Nos hacen vivir con afán y arrebato. El consumismo cada vez nos empuja a desear cosas que supuestamente necesitamos para ser plenos. Sin embargo esto no es así.
Empecemos por la envidia ya que es la que viene en primer lugar en el proceso de ambicionar. La envidia se activa y es despertada al contemplar los bienes de los demás.
La envidia va en contra del contentamiento. Es decir que nunca estamos a gusto con lo que tenemos. Un sentir de que nos falta siempre algo para ser plenos.
Fijamos nuestra mirada en algo que no tenemos y surge la envidia. Después de ello viene la codicia. En la codicia deseamos tener lo mismo que envidiamos de la otra persona. Envidiamos y codiciamos construyendo solo anhelos y deseos descontrolados. Estos realmente no son necesidades. Lo peligroso es que las codicias se vuelven prioridades.
“Codician y no tienen [...] Envidian lo que otros tienen, pero no pueden obtenerlo. (Stg 4:2)”
Estas necesidades no cubren algo que requerimos, sino que solo lo deseamos al envidiar algo de los demás.
Pueden ser autos, casas, bienes, mujer, talentos etc. La lista es interminable porque la envidia nunca para en su actividad. Es un vicio en la mente. “La envidia es incontrolable.
(Proverbios 27:4)”. La última es la avaricia. Esta se concentra en la acumulación. Hace que toda la felicidad se enfoque en la seguridad de las riquezas. Sin embargo las riquezas no dan esperanza porque esta vida termina rápido.
“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos " 1 Timoteo 6:17 Notemos que las riquezas causan soberbia.
Además son inciertas. Cuando una persona llega a perder todas sus riquezas no le queda nada más que su vida misma. Si su vida y corazón no los tiene centrados en Dios fácilmente llegará a depresión y no encontrarle sentido a nada.
Ya que su fundamento estaba en lo vano. Lo temporal e incierto. Llenar el corazón con la seguridad o alegría de las posesiones que se tiene no trae dicha. La Palabra de Dios nos dice que hagamos tesoros en el cielo no en la tierra. “Donde tengas tus riquezas, allí tendrás también el corazón.
" Mateo 6:21 Agregando a esto la avaricia da cabida al egoísmo y negar la ayuda a los demás. Por ello también la Palabra exhorta a los que tienen riquezas en la comunidad cristiana a: “Diles que usen su dinero para hacer el bien.
Deberían ser ricos en buenas acciones, generosos con los que pasan necesidad y estar siempre dispuestos a compartir con otros" 1 Timoteo 6:18 El pasaje nos menciona que las riquezas pueden llegar a anidarse en nuestro corazón.
Esto nos lleva a concentrar nuestros pensamientos en ellas. Entregando cariño y afecto a las riquezas en vez de a otras cosas importantes. Tales como a Dios, nuestra familia, amigos etc. Además nos privan de las pequeñas alegrías de la vida.
Lo que podemos hacer con este trió de ambición (envidia, codicia y avaricia) es detectar oportunamente el proceso desde el inicio.
Hagámonos estas preguntas: ¿Es bueno que este envidiando de cierta persona para ser pleno? ¿Necesito o solo estoy codiciando para complacer un deleite el tener? ¿Llena mi corazón tener cierta riqueza o cantidad de cosas de? Que nuestro pensamiento sea “tengo contentamiento en mi vida”.