Nunca ha existido una generación cuya perspectiva general del matrimonio haya sido lo suficientemente elevada.
El abismo entre la visión bíblica del matrimonio y la visión humana común es ahora, y lo ha sido siempre, inmenso. Ciertas culturas históricas respetaban la importancia y la permanencia del matrimonio más que otras.
Algunas, como la nuestra, tienen una actitud hacia el matrimonio del tipo “tómelo o déjelo,” tan limitada e informal que hace que la visión bíblica le parezca ridícula a la mayoría de la gente.
Ese también fue el caso en los días de Jesús, pero en el nuestro es peor. Cuando Jesús dejó entrever la magnífica perspectiva del matrimonio que Dios quería para su pueblo, los discípulos le dijeron: “Si así son las cosas, ¡será mejor no casarse!” (Mt. 19:10).
En otras palabras, la visión de Cristo acerca del significado del matrimonio era tan desmesuradamente diferente a la de sus discípulos que ellos no podían imaginarla como algo bueno. El hecho de que semejante visión pudiese ser una buena noticia estaba simple- mente más allá de su comprensión.
Entonces, si tal era el caso entonces —en el sobrio mundo judío en el que vivían—, ¿cuánto más ininteligible será la magnificencia del matrimonio en la mente de Dios para la moderna cultura occidental, donde el ídolo principal es el ego;
su doctrina principal es la autonomía; su acto central de adoración es el entretenimiento; sus tres altares principales son la televisión, Internet y el cine; y su genuflexión más sagrada son las relaciones sexuales desinhibidas? Una cultura así encontrará virtualmente incomprensible la gloria del matrimonio que está en la mente de Cristo. Hoy, Jesús probablemente nos diría lo mismo que dijo en su tiempo al terminar de revelarnos el misterio: “No todos pueden aceptar esta palabra.
Sólo aquellos que reciben la ayuda de Dios. . . . El que pueda, que lo acepte” (Mt. 19:11-12). Despertar del espejismo cultural Así que comienzo con la suposición de que mi propio pecado, egoísmo y esclavitud cultural hacen que me sea casi imposible captar la maravilla del propósito de Dios para el matrimonio.
El hecho de que vivamos en una sociedad que puede defender a dos hombres o a dos mujeres que participan en una relación sexual y, descabellada e inconcebiblemente, llamarla matrimonio demuestra que el colapso de nuestra cultura hacia el libertinaje y la anarquía probablemente no está muy lejos.
Menciono esta distorsión cultural del matrimonio con la esperanza de que pueda tomar conciencia y considere una visión del matrimonio más elevada, más profunda, más fuerte y más gloriosa que cualquier cosa que esta cultura —o tal vez usted mismo— haya imaginado jamás.
La grandeza y la gloria del matrimonio están más allá de nuestra habilidad de pensar o sentir sin la revelación divina ni la iluminación y la obra concientizadora del Espíritu Santo. El mundo no puede saber lo que es el matrimonio sin aprenderlo de Dios.
El hombre natural no tiene la capacidad de ver, recibir o sentir la maravilla del matrimonio tal como Dios lo ha diseñado. Pido a Dios que le ayude a liberarse de aquellas perspectivas del matrimonio que sean pequeñas, mundanas, profanas, egocéntricas, ignorantes de Cristo, apartadas de Dios, embriagadas de romanticismo y sin fundamento bíblico.
El principio fundamental que debemos ver en la Biblia sobre el matrimonio es que es obra de Dios, y lo más importante que debemos observar en la Biblia sobre el matrimonio es que existe para la gloria de Dios. Tomado con Permiso de "Pacto Matrimonial" Autor: John Piper Editorial: Tyndale