Colapso Financiero
Hay ocasiones cuando, para lograr captar nuestra atención, Dios arruina nuestras finanzas. Todo el tema del libro de Jueces es que «cada uno hacía lo que bien le parecía» (Jueces 17.6). Vez tras vez los israelitas se volvieron hacia la idolatría y a los casamientos con miembros de tribus paganas. En Jueces 6.1-6 se describe la escena:
Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de Madián por siete años. Y la mano de Madián prevaleció contra Israel. Y los hijos de Israel, por causa de los madianitas, se hicieron cuevas en los montes, y cavernas, y lugares fortificados.
Pues sucedía que cuando Israel había sembrado, subían los madianitas y amalecitas y los hijos del oriente contra ellos; subían y los atacaban. Y acampando contra ellos destruían los frutos de la tierra, hasta llegar a Gaza; y no dejaban qué comer en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos.
Porque subían ellos y sus ganados, y venían con sus tiendas en grande multitud como langostas; ellos y sus camellos eran innumerables; así venían a la tierra para devastarla. De este modo empobrecía Israel en gran manera por causa de Madián; y los hijos de Israel clamaron a Jehová.
¿Cuándo clamaron al Señor? Cuando Dios les quitó todos los bienes materiales que tenían y los arrojó a las guaridas y a las cuevas, donde se ocultaban para salvar la vida. Dios sabía con exactitud lo que hacía falta para lograr que le prestaran atención; tenían que experimentar la destrucción de todas sus posesiones materiales.
¿Alguna vez le ha arruinado Dios sus finanzas? En algún momento de su vida sus finanzas pueden haber sido como un océano, pero se volvieron como un mar; luego se secaron quedando como un río, que se convirtió en un pequeño arroyo y, finalmente, desaparecieron. Para el hombre común a menudo esta es la forma más dura en que Dios logra captar su atención.
Con todo, frecuentemente la reacción del creyente es equivocada. Piensa que si da el diezmo Dios no va a arruinar sus finanzas. No obstante, si alguien da el diezmo y deliberadamente desobedece a Dios, con seguridad que Él se va a valer de dolores de cabeza monetarios para lograr que busque su rostro.
El señor no se contradijo tampoco cuando dijo por medio de Pablo: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4.19). Él sabe que nuestra necesidad más grande es que lo escuchemos. Esto es mucho más importante para Dios que cualquier ganancia material.
Conozco a varias personas cuyas finanzas fueron devastadas por Dios. No les quedó nada, pero logró que lo escucharan. La intervención divina los obligó a enfrentar cuestiones críticas en su andar espiritual.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las máquinas del industrial R. G. K. constituyeron una parte tan esencial del éxito de los aliados como las fuerzas armadas mismas. Su gigantesca maquinaria, que removía tierra y escombros, preparó el terreno para pistas de aterrizaje en varias islas del Pacífico.
K. era, al mismo tiempo, un cristiano comprometido que daba plena participación a Dios en sus empresas comerciales, ofrendando a Dios y a su obra de modo sobreabundante. En los últimos años de la década del veinte, sin embargo, cuando las actividades comerciales de K. seguían creciendo, decidió reinvertir lo que denominaba «la parte de Dios» de las ganancias en la empresa, prometiéndole que al año siguiente recibiría una porción más grande.
Los dos años que siguieron fueron de los peores que experimentó K. Las ganancias se redujeron. Aumentaron las deudas. Los proyectos de trabajo se convirtieron en pesadillas. Entonces recordó su anterior promesa al Señor, la cumplió y, en el lapso de un año, se recuperó de sus reveses financieros. Dios había empleado la tinta roja para ganar su atención.
La cuestión no está en cuánto dinero se lleva o no se lleva Dios. Esto no tiene nada que ver con el asunto. La cuestión está en los medios de que se vale Dios para captar nuestra atención. La respuesta de los israelitas ante esa difícil situación fue clamar a Dios. Dios escuchó, los libró de los madianitas y los bendijo.