En el Lejano Oriente vivían tres Reyes Magos, hombres sabios. Eran astrólogos, y podían leer el destino de la Humanidad en el curso de las estrellas. A pesar de que vivían en ciudades distintas y muy lejanas entre sí, los tres vieron una noche una estrella muy brillante en el cielo.
Advirtieron que se trataba de la «Estrella del Rey», que anunciaba el nacimiento de un gran soberano, ¡tal vez incluso el nacimiento del redentor del mundo!
Así que tomaron sus camellos y cabalgaron en la dirección que les marcaba la estrella. Los tres Reyes Magos querían visitar al niño rey y ofrecerle regalos. El camino de los tres sabios se unió a las afueras de Jerusalén.
En ese momento, la estrella de Belén dejó de brillar.
—En Jerusalén vive el rey Herodes —se dijeron—. Seguro que el niño rey ha nacido en su palacio.
Llegaron hasta Herodes, se inclinaron ante él y le preguntaron:
—¿Dónde está el rey de los judíos, que acaba de nacer? Vimos su estrella y hemos venido para adorar al niño. Creemos que será el redentor al que tantos esperan.
Esta información aterrorizó a Herodes, quien no sabía nada de ningún rey recién nacido. El rey de Judea era él, Herodes, y nadie más. Claro que estaba obligado a obedecer al emperador Augusto, pero él era el rey. Y quería seguir siéndolo durante muchos años.
—Este niño podría usurpar mi trono un día —pensó atropelladamente—. ¡Pero no dejaré que esto suceda!
—Descansad un poco —dijo a los sabios—. Os haré traer un refrigerio y algo de beber, y mientras tanto averiguaré dónde podéis encontrar al pequeño?
—Pero ¿es que no se encuentra en tu palacio? —preguntaron asombrados los sabios.
—No —respondió Herodes con fastidio—. No tengo ningún hijo recién nacido.
Los tres Reyes Magos aceptaron la invitación de Herodes.
El rey mandó llamar a sus sacerdotes más sabios y les preguntó dónde podía haber nacido este redentor.
Ellos le respondieron:
—En Belén, en tierras judías. Así está escrito en las Sagradas Escrituras.
Herodes volvió donde los sabios de Oriente y les dijo:
—Id a Belén y buscad al niño allí. Cuando lo encontréis, informadme exactamente del lugar donde está para que yo también lo pueda ir a adorar.
Los sabios abandonaron Jerusalén y la estrella volvió a aparecer ante ellos.
La siguieron con el corazón rebosante de alegría, hasta que se detuvo sobre el establo.
Encontraron a María, a José y al niño, y supieron que se encontraban frente al Mesías. Los tres Reyes Magos se arrodillaron ante el recién nacido.
Luego lo obsequiaron con oro, incienso y mirra.
La Historia de Los Reyes Magos