Jesús y la Mujer Samaritana
JUAN 4—26. Había mucho odio entre samaritanos y judíos. El camino de Cristo desde Judea a Galilea pasaba por Samaria. No debemos meternos en lugares de tentación, sino cuando debemos y, entonces, no debemos permanecer en ellos, sino apresurarnos a pasar por ellos. —Aquí tenemos a nuestro Señor Jesús sujeto a la fatiga normal de los viajeros. Así vemos que era verdadero hombre.
El trabajo agotador vino con el pecado; por tanto, Cristo, habiéndose hecho maldición por nosotros, estuvo sujeto a ella. Además, era pobre y realizó todos sus viajes a pie. Cansado, pues, se sentó en el pozo; no tenía un cojín donde descansar. De este modo se sentó, como se sienta alguien cansado de viajar.
Con toda seguridad debemos someternos rápidamente a ser como el Hijo de Dios en cosas como esas. —Cristo pidió agua a la mujer.
Ella se sorprendió porque él no demostró la ira de su nación contra los samaritanos. Los hombres moderados de todas partes son los hombres que asombran. Cristo aprovechó la ocasión para enseñarle cosas divinas: Convirtió a esta mujer demostrándole su ignorancia y pecaminosidad y su necesidad de un Salvador.