
Bendiciones de Dios
Una forma en que Dios habla es bendiciéndonos de modos sumamente inusuales. Este es el tipo de método que me encanta como modo de lograr mi atención. Pablo lo ilustró en Romanos 2.4 cuando escribió: «¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?»
Dios puede valerse de bendiciones abundantes y poco usuales para obtener nuestra atención. Estas bendiciones pueden ser espirituales o materiales, o pueden, también, tener algo que ver con el hogar o la vocación. Sean de la clase que fueren, pareciera que Dios no hace más que apilarlas sobre nosotros.
Dios no puede emplear este método con todos, porque las personas egoístas no harían sino volverse más independientes, más centradas en sí mismas, más ávidas de obtener provecho para sí, ignorándolo totalmente a Él. Pero lo cierto es que logra atraer nuestra atención con bendiciones porque el móvil oculto de sus métodos es el amor que nos tiene.
Él ve nuestro futuro y, también, nuestro presente. Ve sus planes para con nosotros e igualmente, nuestros propios planes. Los ve encaminados al desastre, y cuando esto ocurre, como expresión de su amor atrae nuestra atención a fin de que lo escuchemos y seamos salvos de la ruina total.
¿Acaso no es esto justamente lo que hacemos por nuestros hijos? Si viésemos que están en camino al desastre, ¿acaso no haríamos algo para impedirlo, movidos por el amor? ¿Acaso no les ofreceríamos nuestras palabras de sabiduría para impedir que arruinen totalmente su vida?
Por ejemplo, si usted supiera que su hijo ha comenzado a vincularse con un grupo de muchachos conocidos por sus infracciones menores de la ley, ¿acaso no se sentaría con él para hablarle y advertirle acerca de los peligros que corre?
¿Acaso no lo instaría a que se asegure de que sus amigos sean tales que puedan ejercer influencia positiva sobre él, y no le haría ver que «las malas compañías corrompen la buena moral»? Por supuesto que lo haría. Se esforzaría por proporcionarle a su hijo la orientación adecuada para que pueda encauzar su vida por ella; y no es menos lo que hace Dios por nosotros.