
El SEÑOR ama a los que odian el mal. Mensajes cristianos de Charles Spurgeon
Salmo 97:10
Tienes una buena razón para «[odiar] el mal». Considera el daño que ya te ha causado y la abundancia de desobediencia que ha acarreado a tu propio corazón. El pecado una vez te cegó y no te permitió ver la belleza del Salvador y te hizo sordo, por lo que eras incapaz de escuchar la tierna invitación del Redentor.
El pecado hizo que tus pies anduvieran en el camino de la muerte y derramaron veneno en la más profunda fuente de tu ser. Contaminó tu corazón y «nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio» (Jeremías 17:9).
¡Oh!, qué criatura tan desdichada fuiste cuando el mal derramaba lo peor sobre ti, antes de que interviniera la gracia divina de Dios. Como los demás, fuiste una vez heredero de su ira y «te [dejaste] llevar por la mayoría» (Éxodo 23:2).
Así fuimos todos nosotros en una ocasión, pero Pablo nos recuerda: «Ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios» (1 Corintios 6:11).
Sí, cuando miramos hacia atrás y repasamos sus obras de maldad, tenemos buenas razones para odiar el mal. El pecado produjo tan gran mal en nosotros que nuestra alma seguiría perdida si el omnipotente amor de Dios no hubiera intervenido para redimirnos. E incluso ahora mismo es un enemigo activo, siempre alerta, esperando dañarnos y arrastrarnos de nuevo a la maldad.
Por tanto, queridos cristianos, «aborreced el mal» a menos que deseen más problemas. Si deseas sembrar tu camino con espinos y llenar tu lecho de muerte con agujas, entonces niégate a «[aborrecer] el mal».
Pero si quieres vivir una vida feliz y morir en paz, entonces debes transitar el «camino de santidad» (Isaías 35:8), y odiar el mal hasta el fin. Si en verdad quieres amar a tu Salvador y deseas honrarlo, entonces «[aborrece] el mal».
La comunión abundante con el Señor Jesús es la mejor cura que tiene un cristiano para el amor al mal. Si pasas tiempo con él, te resultará imposible estar en paz con el pecado.
Ordena mis pasos conforme a tu Palabra,
y haz que mi corazón sea sincero;
que el pecado no tenga dominio, Señor.
Y mantén limpia mi conciencia.
ISAAC WATTS, 1674-1748