
Escasez o Abundancia
Desde su comienzo en Génesis, la Biblia relata una historia de abundancia. En el primer capítulo vemos a Dios profusamente creativo. Él no creó unas cuantas estrellas; creó tantas que no pueden contarse. Sus océanos son tan inmensos que no podemos ver el final de ellos desde la costa. Creó grandes cantidades de animales, plantas, flores y árboles.
Y después de haber creado todo, incluidos el hombre y la mujer, ¡Él dijo que su creación era muy buena! En toda la Biblia vemos a un Dios de abundancia, que se llamó a sí mismo El-Shaddai, que significa el Dios del más que suficiente.
Las personas realizan festejos regulares para honrar y dar gracias a Dios por su abundancia. No estoy sugiriendo que la escasez no haya llegado a este mundo caído y pecador, pero como ciudadanos del Reino de Dios y de su economía, aún podemos beneficiarnos del plan original de Dios para el hombre.
Dios pone delante de nosotros el bien y el mal, la vida y la muerte, y nos pide que escojamos la vida (Deuteronomio 30:19). Escojamos la vida en lugar del temor, confiemos en Dios para obtener abundancia en lugar de tener miedo a la escasez; creamos que Dios tiene más que suficiente de todo y comencemos a confiar en Él para recibir nuestra parte.
Podría usted decir: “Creí que debíamos estar contentos con lo que tenemos”. Tiene razón; debemos estar contentos, y eso significa estar satisfechos hasta el punto en que no somos turbados independientemente de cuáles sean nuestras circunstancias. Pero eso no significa que no deberíamos confiar en que Dios mejore nuestra situación y provea para nosotros abundantemente.
Recuerdo cuando yo tenía un gran temor a no tener suficiente. Había aprendido temprano en la vida que tenía que cuidar de mí misma. Mi padre era un hombre muy tacaño, y nunca parecía querer que yo tuviera las cosas que otros niños y adolescentes tenían. Sí proveía para mis necesidades básicas, pero se negaba a comprarme cosas como un anillo de graduación, fotografías de la escuela, un anuario o un traje de graduación.
Si yo quería esas cosas, tenía que encontrar una manera de obtenerlas por mí misma. Cuidaba niños y trabajaba en una tienda local a fin de tener las cosas que necesitaba. Creo que el modo en que él me trató me dejó con una arraigada creencia en que yo solamente merecía lo mínimo de todo, y sólo debería esperar lo que pudiera tener a fin de poder arreglármelas en la vida.
Fue fácil para mí realizar la transición a ser una persona adulta que tenía temor a no tener nunca lo suficiente. Vivía con lo mínimo posible, pero cuando sí tenía la necesidad de comprar algo, buscaba el mejor descuento que pudiera encontrar. Buscar buenos precios no es equivocado, pero yo era excesiva, en el mejor de los casos. El temor a no tener suficiente me atormentaba continuamente.
Mediante mi relación con Dios, poco a poco aprendí a confiar en Él para tener abundancia. Aprendí que Dios quiere que sus hijos tengan lo mejor, no lo mínimo. Él hace abundantemente más de lo que nos atrevemos a esperar, pedir o pensar (Efesios 3:20). Le aliento a que desarrolle una mentalidad de abundancia, no de escasez.
Confíe en que Dios proveerá para usted todas sus necesidades y le dará los deseos de su corazón (Salmos 37:4). No viva con temor a la carencia, porque Dios promete que Él suplirá abundantemente cada una de sus necesidades. Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús.
Filipenses 4:19