En Norteamérica estamos presenciando un movimiento de las mujeres, sin precedentes para dedicarse a empleos que las ocupan durante todo el día, no ya unas horas semanalmente, fuera de la casa.
Hay más de una mitad, de los 84 millones de mujeres adultas en el país, que tienen empleos de este tipo; de cada tres madres de niños menores de seis años hay una de ellas que trabaja fuera del hogar, y el número de ellas está creciendo constantemente.
El decidir si esta tendencia es sana o perjudicial para la sociedad y los individuos afectados es una de las discutidas con más pugna, en debates y otros medios. Todo el mundo tiene su opinión, y ésta es la mía.
No creo que un profesional especialista, aunque sea de los problemas familiares, pueda arrogarse el derecho de decirles a las mujeres de un país la forma en que tienen que vivir. La decisión de dedicarse a una carrera o cuidar del hogar es algo que afecta la predilección individual de modo intenso, y que sólo puede ser hecha por ella misma en concomitancia con su marido.
En realidad, la búsqueda de empleos es a veces requerida por la presión económica de nuestro tiempo. Y hay casos en que el marido no puede trabajar o no se encuentra en la casa. Estos casos requieren, sin más discusión, la contribución financiera de la esposa. De modo que, cuando una esposa y madre cristiana llega a la conclusión de que debe trabajar, la opinión sobre este hecho de amigos y conocidos debe ser prudente e inteligente.
Sin embargo, quiero informar aquí respecto a mis observaciones sobre las esposas que trabajan y sus familias y algunos de sus problemas y frustraciones especiales. El conseguir un empleo, especialmente para la madre de niños pequeños, puede producir una serie de situaciones difíciles que no se suelen ver con anticipación. En realidad, me preocupa la información deficiente o falsa que se da a la madre en el sentido de que simplemente se trata de elegir entre estar en casa o ir a trabajar. Hay tres conceptos falsos en este tipo de propaganda por agencias llamadas feministas. Voy a considerarlos individualmente.
1. En Norteamérica, toda mujer que no está «trabajando» está siempre engañada y explotada por la sociedad dominada por los hombres en la que vive. Si esta mujer tuviera más luces, coraje e inteligencia procuraría hallar satisfacción en una carrera.
Desde el comienzo de la existencia humana, las mujeres se han identificado, en la mayoría de las culturas o civilizaciones, ellas mismas, con criar a los niños y cuidar el hogar. Esta actividad ha sido considerada honorable y nadie pensó que debía dar excusas por ejercerla. ¿Cómo ha ocurrido que el cuidar el hogar ha llegado a tener tan mala reputación? ¿Por qué las mujeres que se quedan en casa con los niños consideran, hoy, que no son respetadas? Una respuesta parcial a esta pregunta se halla en el bombardeo incesante de los medios de comunicación al sistema de valores tradicional judeo-cristiano.
En consecuencia, parece que muchas mujeres han aceptado un empleo como medio de hacer frente a la falta de respeto que experimentan siendo madres «todo el día». Para comprender este proceso veamos un ejemplo imaginado.
Supongamos que de repente el ser dentista pasara a hacerse impopular. Que las revistas publicaran artículos haciendo resaltar lo estúpido de estar metido entre encías y dientes. Supongamos que se ejerciera toda clase de presiones para excluirlos de actividades sociales; que no pudieran conseguir personal auxiliar o recepcionistas y otras cosas por el estilo. ¿Qué ocurriría con la profesión? Sus filas irían disminuyendo por deserción. No habría quien curara caries.
Lo dicho es extremado, pero la analogía es aplicable. A las mujeres de su casa se las ha ridiculizado en todas las formas posibles. Se las ha hecho objeto de toda clase de chistes y burlas. Esto ha dado lugar a tremenda frustración en muchas. Puedo ser testigo de ello, pues he hablado sobre este tema por todo el país y he oído la opinión de un inmenso número de ellas.
Aparte de este mito negativo creado alrededor de la mujer que cuida la casa y cuida los hijos como «supermadres» hay otro, también deformado, con respecto a la crianza de los niños.
2. Los niños, se nos dice, incluso antes de los cinco años, ya no necesitan una devoción extensa para crecer y madurar por parte de sus madres. De esta forma se van a hacer más independientes, más resueltos, al ser criados en diferentes formas, pero fuera del hogar.
Si esto fuera verdad, yo no tendría inconveniente en proclamar que los padres que lo hacen no tienen por qué dejar que les remuerda la conciencia por hacerlo, o si no lo hacen por motivos de conciencia, que no hay inconveniente en que lo hagan. Pero, la verdad, el es que esto no se ajusta a los conocimientos científicos actuales. Asistí a una convención nacional sobre el desarrollo del niño, en Miami, Florida, no hace mucho. Cada informe presentado, virtualmente, termino con esta conclusión: la relación madre-hijo es absolutamente vital para el desarrollo sano de los niños. El último conferenciante fue el doctor Bronfenbrenner, la primera autoridad en el desarrollo infantil hoy. Sus comentarios finales fueron para decir que la responsabilidad femenina es tan vital para la nueva generación que el futuro de nuestra nación depende realmente de la forma en que «veamos» a las mujeres. Estoy de acuerdo.
En cambio, las mujeres modernas están luchando para convencerse de que los centros de cuidado infantil patrocinados por los Estados ofrecen un substituto conveniente de la familia tradicional. Esto no puede dar resultado. No ha dado resultado en los países en que se ha probado. Como dice el doctor Bronfenhrenner,
«... con la eliminación de los apoyos sociales para la familia a que he aludido... la posición de las mujeres y de las madres va siendo cada vez más aislada. Con el deterioro de la comunidad, el vecindario y la familia extensa, ha caído sobre los hombros de la joven madre la responsabilidad principal del cuidado de los niños. Bajo estas circunstancias, no es de sorprenderse que haya tantas mujeres jóvenes en Norteamérica que se hayan rebelado. Me hago cargo de su sentimiento de ira, y los comparte, pero temo que las consecuencias de algunas de las soluciones defendidas tendrán por resultado aislar a los niños todavía más de la clase de cuidados y atención que necesitan»
Los niños no pueden criarse a sí mismo debidamente. Este hecho queda ilustrado por los hechos que me comunicó en una conversación un psicólogo dedicado a la investigación, que vino a verme recientemente. Ha estado estudiando los niños de los presos de la cárcel del estado de Arizona. Con sus asociados, este psicólogo trató de descubrir las características comunes que compartían los presos, esperando descubrir las causas de su conducta antisocial.
Se supuso que el rasgo común sería la pobreza, pero los estudios contradijeron esta expectativa. Los presos procedían de todos los niveles sociales, aunque muchos trataban de excusar sus crímenes achacando su causa a la pobreza en la infancia. Pero los investigadores descubrieron algo común en todos estos hombres: una ausencia de contacto con adultos en sus vidas en la fase de la infancia, en el hogar. Cuando eran niños pasaban la mayoría del tiempo con sus iguales... o en completa soledad. Esta fue la infancia de Lee Harvey Oswald, de Charles Manson, y de muchos otros que cometieron crímenes violentos más tarde. Es imposible escapar de la conclusión que no hay substituto al amor y guía de los padres en el desarrollo inicial del niño.
Pero mis opiniones personales firmes sobre este asunto del «cuidado del niño antes de la edad escolar» no se basan sólo en evidencia científica o profesional. Mi punto de vista se basa en gran parte en mi propia experiencia en mi hogar. Voy a repetir una declaración que hice hace años en mi libro Lo que las esposas desearían que sus maridos supieran sobre las mujeres:
«Nuestros dos hijos (niño y niño) son infinitamente complejos, como todos los niños, y mi esposa y yo deseamos guiarlos nosotros mismos en sus años formativos. Danae tiene nueve años. Será una adolescente dentro de cuatro, y no estoy dispuesto a permitir que nadie me prive de guiarla en estos años últimos de su infancia. Son momentos preciosos para mí. Ryan tiene cuatro años. Está en movimiento constante, y en estado de rápido cambio físico y emocional. Hay momento que asusta ver su actividad. Cuando vuelvo después de uno de mis frecuentes viajes cortos, a los cuatro o cinco días noto muchas diferencias en él. La base de su futuro emocional y de su estabilidad se están poniendo ahora, piedra por piedra, precepto sobre precepto.
¿Qué lector considera que debo preferir que sea otro el que los guíe en este proceso de desarrollo? ¿Quién va a tener bastante interés en ellos para substituimos, si mi esposa y yo renunciamos a hacer la tarea? ¿Una cuidadora a horas, una niñera? ¿En qué organización puedo esperar que le den a Ryan el amor y cuidado que necesita y merece? ¿Quién va a presentar mi sistema de valores y creencias a los niños para que puedan hallar respuesta a sus preguntas ahora que el interés y la curiosidad está al rojo vivo? ¿A quién voy a ceder las experiencias básicas de su vida? El resto del mundo puede hacer su elección, pero en cuanto a mí y mi casa, estoy satisfecho de tener la oportunidad de formar las dos vidas que nos han sido confiadas. Y me preocupa una nación que llama a esta tarea "sin recompensa, sin satisfacción y aburrida."»
Esto me lleva al último punto a considerar.
3. La mayoría de las madres de niños pequeños pueden trabajar todo el día y tener todavía energía suficiente para cumplir sus obligaciones familiares... quizá mejor que si se quedara en la casa.
El cuerpo humano no tiene reservas inagotables de energía de que ir sacando durante las veinticuatro horas. Si se usan en un punto no están disponibles en otro. Si la mujer tiene que levantarse temprano para preparar las cosas (comida, aseo, etc.), ir a trabajar de 9 a 5, regresar a casa y luego lanzarse al ataque para hacer todo lo que es necesario antes de la media noche, tengo la impresión de que pronto va a presentar grietas en su estabilidad mental o su salud física.
Es posible que pueda cocinar y limpiar la casa con la ayuda de extraños o del marido, pero si se espera que cubra las necesidades emocionales de los niños, los guíe y discipline, edifique su autoestima, les enseñe los verdaderos valores de la vida y por añadidura mantenga una relación matrimonial sana y satisfactoria, me parece que se espera demasiado de ella.
Quizá podrá hacerlo una semana, o un mes, pero no de modo indefinido. Simplemente, no lo creo. Al contrario, he visto que las madres en semejantes condiciones estaban totalmente agotadas, se mostraban irritables, gruñonas, quisquillosas, frustradas, y se estaba preparando el escenario para un conflicto serio en el hogar.
Creo que gran número de divorcios son causados por un exceso de compromisos por parte de los padres, que no pueden atender sin dejar que la trabazón del hogar se afloje y el hogar finalmente se derrumbe. Yo diría que éste es el factor decisivo en un 50 % por lo menos de todos los divorcios.
En resumen, las circunstancias pueden hacer necesario que la esposa, madre también a veces, busque un empleo durante todo el día fuera del hogar. En estas circunstancias los amigos y vecinos, cristianos especialmente, deberían mostrar comprensión y abstenerse de críticas. Pero la decisión va a afectar a toda la familia y especialmente a los niños. Esta decisión no debe ser afectada por las modas o chifladuras del momento. Y sobre todo, es una necedad despojar de dignidad a la ocupación más noble del universo, la de moldear las vidas de los que van a formar la próxima generación, en el momento en que son en extremo débiles y aun vulnerables.
Voy a concluir compartiendo con el lector una nota que me escribió recientemente un chico de diez años.
Dice: «Querido doctor Dobson, mi madre y mi padre trabajan y me gustaría saber lo que podemos hacer nosotros, los niños. Brian.»
Desearía que fueran los padres norteamericanos los que contestaran la pregunta de Brian. Después de todo 'Son ellos los únicos que pueden dar una respuesta satisfactoria.
«Querido doctor Dobson: »Incluyo un artículo que apareció recientemente en el periódico "Washington Post", que espero va a encontrar interesante. La persona que firma,'Mary Fay Bourgoin, es una madre que tiene un empleo, todo el día, y expresa su opinión desde un punto de vista secular. Hace años el Señor me enseñó a mí lo mismo que ahora ella está aprendiendo, por el camino difícil. Léalo.
»Una que le escucha por la radio.»