Dios desprecia la independencia. Él quiere que seamos tan dependientes de Él, como lo es la rama de la vid. No hemos de poner nuestra confianza en la carne, ni en la propia ni en la de nadie.
¿Cuántas veces has confiado en tus propias fuerzas, para fallar y sentirte desafortunada? ¿Cuántas veces te han traicionado o decepcionado otras personas luego de que depositaras en ellas tu confianza? ¿Cuántas veces te has sentido desalentada porque otros te rechazaron o no hicieron lo que esperabas?
Dios seguirá haciéndonos pasar por estas pruebas hasta tanto decidamos depositar nuestra confianza solo en Él. Las pruebas no cambian. Los que cambiamos somos nosotros.