El Ateismo y la Muerte
Cuando yo vivía en Chicago, se me llamaba a asistir a muchos entierros. A menudo los deudos eran ateos, o deístas, o panteístas. ¿Por qué será que en la hora de aflicción, los que siempre han hablado en contra de Dios llaman a los ministros de Dios para que les impartan consuelo?
¿Por qué no se presenta el ateo en la hora de la muerte para anunciar que no hay más allá, que no hay cielo, que no hay Dios? Este hecho es un reconocimiento de que "la roca de ellos no es como nuestra Roca, y nuestros enemigos sean de ello jueces."