En la gran «feria de las vanidades» de este mundo hay muchas voces ofreciendo su patronazgo, de manera que la voz suave y apacible del mercader celestial pocas veces se oye. Estas sencillas palabras, «Comprad de Mí», nos llevan a pensar en
I. Nuestra necesidad. ¿Por qué quiere que le compremos? Porque ve nuestra desnudez y necesidad, y sabe que ignoramos nuestra propia condición. ¿Te puedes permitir pasarte sin Él y sin sus dones?
II. Las mercancías que Él ofrece. ¿Qué son?
1. ORO REFINADO POR FUEGO. Su preciosa Palabra (Sal.19:8-10) que ha pasado por las candentes pruebas de muchas persecuciones. La palabra del Evangelio de la Salvación que trae vida y fortaleza al corazón creyente.
2. VESTIDURAS BLANCAS. Vestiduras lavadas en la Sangre del Cordero (Ap. 7:14). La justicia de Dios que es para todos y sobre todos los que creen. No las marchitas hojas de higuera de factura humana (véase Ap. 19:8).
3. COLIRIO PARA LOS OJOS. Este maravilloso «colirio» para los ojos es el Espíritu Santo, que es ofrecido a todos los que han creído su Palabra y que han sido adornados con las «vestiduras blancas» de la justificación delante de Dios. Este santo colirio nos capacita para discernir las cosas que Dios nos ha dado libremente (1 Jn. 2:20-27; Ef. 1:18).
III. El mercader mismo. «QUE DE Mí COMPRES.» Él es el único agente para estas cosas preciosas. Ningún siervo suyo puede otorgarlas, aunque puedan hablar mucho acerca de ellas. Se debe hacer una transacción personal con el mismo Señor. Los bienes que Él quiere vender fueron comprados con su propia Sangre.
IV. El precio demandado. «Venid, comprad sin dinero y sin precio» (Is. 55:1). Comprar implica reclamar para uno una vez que las condiciones ya se han cumplido. La condición es la de acudir sin dinero, sin precio alguno, porque estos dones sin precio no pueden ser dados a cambio de nada que el hombre pueda dar, ni demandar bajo tal condición los dones que Él ofrece. Un rey no nos vende, sino que nos da (Ro. 6:23).
V. Nuestra actual oportunidad. «Compra de Mí.» «Ahora es el día de la salvación.» «He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo.» Éste es el día de mercado del mundo, en el que los dones de la gracia de Dios están a la venta sin precio. Bienaventurado el hombre que encuentra esta mercancía (Pr. 3:13- 17).
VI. La posibilidad de perder esta especial oferta. Se cuenta que un hombre perdió una apuesta consistente en intentar vender «soberanos », una moneda de oro inglesa, a un céntimo cada una. La gente no se lo creía, y la oportunidad pronto pasó. ¿Cómo escaparéis a sufrir una perdición eterna, si descuidáis una Salvación tan grande? Todavía estará un poco la luz con vosotros. Andad mientras tenéis la luz (Jn. 12:35; Lc. 19:42).

