EL CÁNTICO DE DÉBORA. Bosquejos Bíblicos para Predicar Jueces 5
«Ordena, Señor, lo que quieras Tú, Sea oscuro o luminoso mi camino; Sobre la Roca plantado estoy, Tú el derecho defenderás; Oh mírame y llévame Con cántico a vencer.»
«El cántico de Débora», dice el doctor Farrar, «es uno de los más grandes estallidos de poesía apasionada en la Biblia».
Como el cántico de salvación, la profunda plenitud de su armonía depende de la rica variedad de sus notas. Es un cántico de triunfo. Es maravilloso lo agradablemente que podemos cantar cuando hemos experimentado la liberación de todos nuestros enemigos por medio de la fe en Jesucristo. Los que han sido sacados del terrible hoyo de la iniquidad tienen un nuevo cántico puesto en su boca (Sal. 40:2, 3).
Este cántico de la profetisa se parece a nuestro cántico en que tiene en él una nota de I. Comunión. «Aquel día cantó Débora con Barac» (v. 1). El cántico de la salvación no es un solo, porque mientras que el salvo canta de gozo hay también gozo en presencia de los ángeles de Dios (Lc. 15:10). El cántico de liberación en el Mar Rojo fue cantado por Moisés y los hijos de Israel (Éx. 15:1). Exaltemos juntos su Nombre.
II. Dedicación personal. El pueblo se ofreció voluntariamente (v. 2). En esto tenemos un seguro precursor de la victoria. Cuando el pueblo de Dios se ofrece de buena voluntad como instrumentos de justicia en su mano, para hacer su voluntad, el clamor de triunfo seguirá con toda certeza. Al igual que con la Iglesia, así sucede con el individuo; la consagración personal a la obra del Señor es la puerta estrecha para entrar en el camino del éxito en su servicio. «Se dieron a sí mismos primeramente al Señor» (2 Co. 8:5).
III. Gozo exultante. «Despierta, despierta, entona cántico» (v. 12). El cántico de los libertos del Señor tiene un tono tan alto que únicamente los salvos pueden cantarlo, y tienen que estar bien despiertos para darle el debido énfasis. Los descorazonados hacen un fracasado intento de tocar las notas en las líneas adicionales del pentagrama de este cántico celestial. El salmista se estaba aclarando la garganta al decir: «Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; yo despertaré a la aurora» (Sal. 57:8). ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! (Is. 26:19).
IV. Aliento mutuo. «El pueblo de Zabulón expuso sus vidas a la muerte, y Neftalí en las alturas del país» (v. 18). Rubén podía dedicarse a debatir acerca de los méritos de la guerra, y a crear divisiones, jugando el papel de «crítico alto» (v. 16), y quizá ayudando a Galaad, Dan y Aser en su culpable egoísmo y cobardía (v. 17).
Pero demos honor a quien se debe. Los que se mantienen firmes «en las alturas del país» en esta santa guerra en contra del mundo y de toda forma de pecado que obre en oposición a la voluntad de Dios en gracia, sean mencionados en nuestras oraciones y alabanzas a Dios. Todos los que arriesgan sus vidas por la causa de Cristo, e incluso su buena fama, deberían merecer una mención honrosa delante de Dios y de los hombres. Éste es un antídoto muy eficaz para los celos en la obra de Dios.
V. Una fiel advertencia. Meroz y sus moradores tenían que ser maldecidos acerbamente, «porque no vinieron en ayuda de Jehová contra los fuertes» (v. 23). El pueblo de Meroz puede que no haya estorbado activamente a los guerreros del Señor, pero sí que no ayudaron; ahí estaba la culpa de ellos. Fueron maldecidos porque no hicieron nada. Cristiano que no oras, ten esto en cuenta.
La higuera fue maldecida por el misericordioso Cristo porque estaba sin fruto. No hacer nada para ayudar en la causa de Cristo es el camino seguro hacia una vida cristiana seca, y puede conducir a una posteridad que deshonre al Señor. Abigail estaba bien instruida en teología cuando le aseguró a David que «Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová» (1 S. 25:28). Cuídate de sus negocios, y Él se cuidará de los tuyos.
VI. Una solemne reflexión. La madre de Sísara miraba por la ventana y exclamaba, «¿Por qué tarda su carro en venir?», etc. (vv. 28-30). La referencia de Débora a la madre de Sísara esperando y ansiando el regreso de su asesinado hijo es una pincelada intensamente femenina.
Aquí tenemos descrito el terrible desengaño que ha de sobrevenir finalmente a los que esperan paz y prosperidad mientras que se enfrentan a los propósitos de Dios y a su pueblo (Éx. 15:9).
En tanto que celebramos nuestra liberación de la culpa y del poder del pecado en nuestro cántico de alabanza, no nos olvidemos de aquellos que están sin Dios ni esperanza en el mundo;
los que se alimentan de vanidad, y que son como lo que el tamo es al trigo; los que caminan a la luz de las chispas que ellos mismos emiten y cuya luz será repentinamente apagada. El único himno que leemos que Cristo cantó fue cantado bajo la sombra de la Cruz (Mt. 26:30).