Este Salmo podría ser llamado «El cántico del peregrino». Se hace una pregunta: «Jehová, ¿quién peregrinará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu santo monte?» (BAS margen). En la respuesta que se da tenemos mencionadas las características que deben pertenecer al peregrino espiritual, que quiera permanecer en la comunión de Dios (Ap. 7:14, 15). Debe ser:
I. Recto en su andar. «El que anda en integridad.» «El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo» (1 Jn. 2:6). Han de andar por fe los que quieran andar rectamente en medio de una generación malvada y perversa. Dios no puede tener comunión con la injusticia.
II. Veraz en su corazón. «El que... habla verdad en su corazón» (v. 2).
Deben ser puros los corazones de aquellos que quieran morar en el tabernáculo de Aquel que «escudriña los corazones». «Los de puro corazón verán a Dios.» Cuando la verdad no mora en el corazón, los labios tienden al engaño.
III. Caritativo para sus semejantes. «No calumnia con su lengua... ni hace agravio alguno a su vecino» (v. 3). Un corazón que ame la verdad nunca utilizará una lengua maledicente. No puede evitar oír maledicencias contra su prójimo, pero se refrena de «anidarlas». Si el pueblo de Dios se dejara de maledicencias, pronto esta práctica desaparecería.
IV. Cuidadoso acerca de su compañía. «Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová» (v. 4). A semejanza de Mardoqueo, no puede dar honra al vil y arrogante Amán. Es compañero de todos aquellos que temen a Jehová. El que camina con Dios, como lo hacían Noé y Enoc, será separado de pecadores.
V. Fiel a su promesa. Si jura o da su solemne promesa para hacer algo, lo hará, incluso para su propio daño, sin cambiar lo dicho (Jue. 11:35). Esta fidelidad es solo una tenue imitación de la fidelidad de Aquel «el cual, por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz» (He. 12:2). «Habiendo amado a
los suyos, los amó hasta el fin».
VI. Misericordioso en sus acciones. «Quien... ni contra el inocente
admitió cohecho» (v. 5). No buscará ventajas en contra de los ignorantes ni contra los pobres; no se hará culpable, como sucede con algunos abogados, de tomar recompensa contra el inocente. Para él, el soborno es un robo. No vivirá del ministerio cristiano negándole a Cristo su honrado servicio (Nm. 22:18).
VII. De carácter firme. «El que hace estas cosas, no resbalará jamás.» Las tormentas y diluvios de la tierra no pueden moverlo de lugar, porque su vida está arraigada en la voluntad de Dios. Es como un árbol plantado junto a las corrientes de aguas; no lo notará cuando llegue la sequía. Así es el hombre que mora en el tabernáculo del servicio de Dios, y que mora en el monte santo de su presencia.

