EL SEMBRADOR Mateo 13:1-8; 18:23
El Sembrador es el Hijo del Hombre; la semilla es la Palabra; la tierra es el corazón humano. ¡El SEMBRADOR! ¡Qué hermoso nombre para el Predicador! Salió a sembrar, no para criticar u ostentar.
Todos los que están cargados de preciosa semilla están deseosos de desparramaría. Los profetas de antiguo sabían qué quería decir la carga del Señor. ¡Ojalá su mensaje pese sobre nosotros de tal modo que saldremos llorando! Las cuatro diferentes clases de tierra representan cuatro distintas maneras en que la palabra de vida es tratada por aquellos que la oyen.
I. Junto al camino, o el oidor indiferente. «Junto al camino» es:
1 UN LUGAR DURO. El oidor indiferente podrá oír con regularidad, pero su corazón es como una senda para gente de a pie, abierta a todo transeúnte, batida y endurecida por los pies de pensamientos egoístas. El corazón abierto a los placeres de pecado será duro para la palabra de Dios.
2 UN LUGAR PELIGROSO. Expuesto a las «aves del cielo» y los pies de todo viandante. No importa cuán preciosa sea la simiente, solo puede caer sobre Él; no puede caer en Él. La simiente está siempre en peligro de perderse mientras no se la esconda (Sal. 119:11). Las aves tienen ojos finos. El malo descubre la preciosa palabra que yace sobre el corazón irreflexivo, y la «arrebata ». La pérdida nunca se siente, porque nunca se ha disfrutado su valor.
3 UN LUGAR SIN ESPERANZA. Aquí la semilla viva no puede encontrar abrigo. Aunque podrá permanecer por un tiempo, no ha tenido entrada, y así no puede mostrar vida. Los oidores indiferentes nada pueden aprovechar.
II. Los pedregales, o el oidor impresionable. Aquí la palabra es:
1. GOZOSAMENTE RECIBIDA (Mt. 18:20). Al no haber profundidad de tierra, es fácilmente movida. El oidor de corazón superficial es muchas veces muy emocional. La débil capa de sentimiento es fácil de cambiar. Se derraman lágrimas rápidamente, y con igual rapidez se secan. Oyen la Palabra de buena gana, pero, ¡ay!, su corazón parece estar en sus ojos.
2. RÁPIDAMENTE MUERTA. No hay «raíz». Brotó pronto, pero su vida era toda exterior. No había crecimiento hacia abajo, porque no había hondura de tierra. Debajo de la delgada cubierta de sentimiento emocional se halla la dura y reacia roca de una voluntad obstinada. No hay lugar para lo fundamental.
3. COMPLETAMENTE QUEMADA. «Se quemó y se secó» (Mt. 13:6). No habiendo nutrición interior, pronto es vencida por circunstancias exteriores. A menos que el corazón esté llenado de amor a Dios, la Palabra no se arraigará ni crecerá, para permanecer «arraigada en amor». La persecución pronto marchita las pretensiones. Pero lo que aja lo que no tiene raíz fortalece lo que está arraigado.
III. El espinar, o el oidor de doblado ánimo. Aquí tenemos:
1 TIERRA ABUNDANTE. Donde hay abundancia de tierra para los espinos, hay profundidad suficiente para la semilla. En el corazón de la persona de doblado ánimo habrá estado el arado del Espíritu convincente, porque hay prontitud para recibir la palabra del reino, pero solo para darle lugar con el espino de cosas mundanales.
2 TIERRA YA OCUPADA. Los espinos estaban allí antes. Lo que es primero es natural. Los espinos y abrojos generalmente tienen el primer lugar en el corazón del hombre. Pero lo que es primero tiene que ser quitado si lo postrero y espiritual ha de poseer y prosperar. «No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mt. 6:24).
3. TIERRA INFRUCTÍFERA. La simiente no ahogará los espinos, pero éstos ahogarán aquélla. Los pecados que uno deja morar en el corazón, con seguridad se manifestarán, aunque por un tiempo puedan estar fuera de vista, como las espinas cubiertas por el arado que pasa.
«El afán», que sofoca la Palabra prometedora, es un enemigo mortal, aunque muchas veces excusado. Echa fuera estos cuidados, estos asesinos, si quieres ser fructífero en toda buena obra.
IV. La tierra buena, o el oidor sincero. Esto representa:
1 UN CORAZÓN PREPARADO. «Buena tierra.» Tierra que ha sido objeto de cuidado especial. Un corazón que ha sido arado y roto por el Espíritu de Dios. Aquí la maleza y los espinos han sido cortados y arrancados desde la raíz y puestos en montones afuera. El corazón verdaderamente ansioso de cosas espirituales no tiene lugar para el «afán» y las «riquezas» que impiden la una cosa necesaria.
2 UN CORAZÓN ENTENDEDOR (Mt. 18:23). Si la simiente de la Palabra ha de ser fructuosa, tiene que tener libertad completa en la tierra del corazón. Necesita tierra análoga a su naturaleza. Sin meditación la Palabra quedará como planta confinada en maceta (Sal. 1:2). El entendimiento de la Palabra es la germinación de la semilla.
3 UN CORAZÓN FRUCTÍFERO. «A ciento, a sesenta, y a treinta por uno.» Hay grados de fecundidad aun en tierra buena. Las semillas individuales de verdad especial encuentran mejores condiciones en algunos corazones que en otros. La misma verdad en la vida de un hombre podrá producir ciento por uno, mientras que en la de otro tan solo treinta.
La medida de entendimiento tiene mucho que ver con la fertilidad. El carácter del fruto revela la naturaleza de la tierra. El gran objeto del Sembrador es fruto. Todo lo que no es fructífero es pérdida y fracaso. Permanezcamos en Cristo, y nuestras vidas no serán estériles (Jn. 15:7, 8).