«Aunque yo estoy afligido y necesitado, Jehová pensará en mí» (Sal. 40:17).
I. Una confesión. Es una confesión de pobreza. Y puede ser cierta en un sentido literal: pobres por lo que respecta a los bienes de este mundo. Pero desde luego es cierta en un sentido espiritual. Es una confesión que muchos no están dispuestos a hacer. Es natural para nosotros ocultar el hecho de nuestra pobreza, tanto si es temporal como si es espiritual. Algunos no la hacen porque no saben nada de ello. Nos referimos en especial a la pobreza espiritual (Ap. 3:17).
No temas. Él lo sabe. No tengas miedo de contárselo. Tanto si se lo dices como si no, Él lo sabe todo.
II. Un aliento.
1. CONSOLACIÓN. ¡Qué consolación es para un pobre saber que algún pariente rico está pensando en él! La pena es que a menudo solo piensan, y nada más!
2. CERTIDUMBRE. Una cosa es cierta: si Dios piensa en nosotros, todo está bien. «¿Qué haces aquí, dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizás él se acordará de nosotros, y no pereceremos».
3. ¿CÓMO SABEMOS, ENTONCES, QUE ÉL PIENSA EN NOSOTROS? Por lo que Él dice en su Palabra. «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de desgracia» (Jer. 29:11). Por lo que Él está haciendo constantemente.
III. La naturaleza y el carácter del pensamiento de Dios. No acerca de nosotros, sino sobre nosotros. Sentimos una sensación de alejamiento, de distancia, en su pensar acerca de nosotros.
Cuando los niños están en la escuela, la madre piensa en ellos; pero cuando están sentados a la mesa, piensa sobre ellos. Se podría traducir: «está atento sobre mí». Hay una sensación de cercanía y afecto en esta expresión «sobre». Dios piensa en nosotros inclinándose hacia nosotros en amor.
«Jesús se inclina ahora sobre ti, Jesús, gentil, manso y bondadoso.»

