ELÍAS, FIEL A DIOS. Bosquejos Bíblicos Para Predicar 1 Reyes 17:7-16
Por fe andamos, no por vista. Elías tuvo un largo descanso al lado del secreto arroyo, quizá durante doce meses. Esto serviría a la vez como prueba de su fe y de su paciencia. Tenemos que aprender a esperar en Dios si queremos hacer hazañas por Él.
Moisés esperó cuarenta años en el desierto de Madián antes que llegara el llamamiento divino. Pero ¿qué hubiera podido él hacer para salvar a Israel antes de esto? El hombre que tuviera que afrontar la prueba del Carmelo tenía que ser un hombre aprobado por Dios. La fe preciosa, como el oro precioso, tiene que pasar a través de los fuegos de refino. El profeta recibe ahora otro llamamiento.
I. El tiempo de este llamamiento. «Se secó el arroyo… Vino luego a él palabra de Jehová» (vv. 7, 8). Podemos estar perfectamente seguros de esto, que cuando en su providencia Dios cierre una puerta frente a sus siervos, les abrirá otra.
Será un tiempo de prueba contemplar cómo el canal de nuestra comodidad actual va estrechándose gradualmente y cómo el arroyo va secándose lentamente. Puede que sea el arroyo de la prosperidad material, pero es especialmente cuando se seca el arroyo amado de la confianza en uno mismo que sentimos lo absolutamente impotentes que somos. Pero la extremidad del hombre es la oportunidad de Dios.
II. La orden dada. «Levántate, vete a Sarepta» (v. 9). Cuando el arroyo se calló, luego Dios habló. Cuando los montes de nuestra pretendida fuerza se vayan y las colinas de nuestras esperanzas carnales sean quitadas, no se apartará de nosotros la bondad del Señor, ni será quitado de nosotros el pacto de su paz (Is. 54:10).
Sarepta significa una casa de fundición, un lugar de ardientes pruebas. Era apropiado que el profeta del fuego pasara por el horno de afinado. Todos los que quieran vivir piadosamente sufrirán persecución. El viaje de Elías de más de ciento cincuenta kilómetros por aquel país acosado por el hambre le daría abundantes oportunidades para el ejercicio dela fe. Lejos del protegido arroyo, esto debe haber sido para él como un bautismo de fuego. ¿Acaso el Elías del Nuevo Testamento no dijo de Cristo que Él nos bautizaría con Espíritu Santo y con fuego?
III. La promesa dada. «He dado orden allí a una mujer viuda que te sustente» (v. 9). Quizá el profeta pensó que seguramente debía ser seguramente una viuda rica la que debería suplir su necesidad durante el tiempo restante de hambre. En todo caso, el mandamiento de Dios «a los cuervos» no había fallado, y tampoco fallaría su palabra a la viuda. No sabemos cómo el mensaje le llegó a esta pobre viuda, pero es indudable que esta pobre sidonia estaba preparada de alguna manera; puede que fuera por medio de fervientes oraciones, como Cornelio (Hch. 10). Fiel es el que prometió.
IV. La prueba de las circunstancias. Esta viuda, suponemos que con alguna premonición secreta dada por Dios de que todas sus necesidades serían suplidas, se encuentra ahora cara a cara con la posibilidad de morir de hambre. Hasta allí donde su razón alcanzaba solo había «un puñado de harina» entre ella y la muerte. Había salido apesadumbrada de corazón para recoger leña para cocinar su última comida cuando llegó la crisis (vv. 10-12).
Sus circunstancias parecían contradecir el «mandamiento de Dios». Abraham fue similarmente probado cuando recibió la orden de ofrecer a su hijo Isaac, el hijo de la promesa. Pero veamos, llega Elías, buscando a la rica viuda en cuya casa tenía que alojarse. Se encuentra con ella reuniendo leña, y cuando pide «un bocado de pan», le dice que todo lo que posee para ella y para su hijo es «un puñado de harina… y un poco de aceite».
Aquí, una vez más, las circunstancias parecen invalidar la Palabra de Dios. Pero, como Abraham, «tampoco vaciló, por incredulidad, ante la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer lo que había prometido » (Ro. 4:20).
Él muestra su fe en la promesa divina insistiendo en tener la primera porción de la pequeña provisión, y diciéndole a la aturdida mujer: «No tengas temor». ¿No le pidió el Señor de beber a la mujer de Samaria, sabiendo que Él tenía algo mejor que darle a ella, una bendición que, como la harina de la viuda, «no escaseará»?
V. La obediencia de la fe. «Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías» (vv. 14, 15). El profeta le dio la promesa de Jehová Dios de Israel de que la harina en aquella tinaja no escasearía, ni el aceite de la vasija disminuiría, hasta que cesara el hambre.
Ella creyó la Palabra, y tomó lo que parecía su último puñado de harina, e incluso con su hambre lo preparó para Elías. Prácticamente entregó, por indicación de Dios, todo lo que tenía, y se arrojó enteramente sobre su promesa. No tenía ni precedente ni ejemplo de tal acción ni para tal esperanza, pero tuvo fe en la Palabra y en el Poder de Dios. Bienaventurados son los que no vieron y creyeron.
V. El cumplimiento de la promesa. «Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho» (v. 16). Así, y durante muchos días, comieron un pan, a diario, que les era suplido milagrosamente. La suya fue una vida de fe en la promesa de Dios. Si la harina estaba siempre en el fondo del barril, sin embargo nunca faltaba. Los que se confían del todo a El, lo encontrarán siempre fiel. «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?»