La Preeminencia de Cristo. Bosquejos Bíblicos para Predicar Colosenses 1:15-19
Jesucristo, como el Amado Hijo de Dios, y como Redentor de los hombres, ha sido tan honrado por el Padre hasta el punto de que en todas las cosas, en todas las esferas, en cualquier tiempo, y en toda la Eternidad, de modo que Él tenga la PREEMINENCIA.
Y tiene la preeminencia:
I. En poder. «Porque por él fueron creadas todas las cosas.» Todas las cosas en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles (v. 16). Le plugo a Dios que todas las cosas vinieran a ser «por» Él, «por medio de» Él, «en» Él y «para» Él, y sin Él no se hizo nada de lo que ha sido hecho (Jn. 1:3).
Pensemos en esto. Éste es el mismo Cristo por quien, por medio de quien, en quien y para quien Dios está ahora buscando salvar pecadores para la gloria de su Nombre.
II. En nacimiento. «Él es el Primogénito de toda creación» (v. 15). Él podía decir: «Yo soy el Primero: el Principio y el Fin» (Ap. 21:6). Él es también el «Primogénito de entre los muertos» (v. 18).
Éste ha sido llamado su «segundo nacimiento». Cristo las primicias; después los que son de Cristo en su venida (1 Co. 15:23). El primogénito generalmente viene a ser el heredero.
Dios lo ha designado «heredero de todas las cosas» (He. 1:2). Y ahora por su maravillosa gracia, los que creemos en Él somos hechos «herederos juntamente con Él».
III. En semejanza. «Él es la imagen del Dios invisible» (v. 15). Los ángeles son santos, muchos de su pueblo en cada edad han sido piadosos, pero sólo Cristo en su carácter esencial era «la fiel representación de su ser real» (He. 1:3).
Él podía decir: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn. 14:9). También: «Yo y el Padre somos uno». Si los Evangelios fueran leídos a la luz de esta gloria de «la faz de Jesús», seguramente que tendrían un significado más profundo, una influencia más humilladora y más inspiradora sobre nuestros corazones y nuestras vidas. Aquí vemos la preeminencia de la gracia.
IV. En autoridad. «Y todas las cosas tienen consistencia en Él» (v. 17). La ley de la gravedad como ordenanza de Dios tiene un poderoso efecto en la sustentación conjunta de las cosas materiales.
Pero esta ley no tiene influencia sobre cosas celestiales. Las cosas invisibles, las autoridades, dominios, principados y potestades espirituales (v. 16). Cristo sostiene todas las cosas por la Palabra de su poder (He. 1:3).
Su sabiduría y su voluntad están en constante actividad sobre todas las obras de sus manos. Su voluntad se hace en los cielos, y vendrá el tiempo en que se hará en la tierra. La enemistad del libre albedrío del hombre es entre tanto un obstáculo perenne. Pero le ha sido dada toda autoridad en los cielos y en la tierra, y Él someterá todo a Sí mismo. El Señor reinará.
V. En la Iglesia. «Él es la Cabeza del Cuerpo, la Iglesia» (v. 18). Aquí su preeminencia es generalmente reconocida, pero, ¿recibe Él su verdadero lugar como tal en la vida práctica? Es la Cabeza del cuerpo, y no las manos, quien hace el pensamiento y la planificación.
En su Palabra tenemos claramente revelada su mente y voluntad acerca de nosotros. El secreto de la autoridad y del poder de la Iglesia reside en la obediencia a su Palabra, tanto en doctrina como en la administración.
Lo que desagrada a la Cabeza debe ser deshonroso para el cuerpo. La cabeza toma todas las responsabilidades del cuerpo, y por ello deberíamos echar toda nuestra ansiedad sobre Él, tanto en cuanto a hombres como en cuanto a recursos. Él suple a todas las necesidades de su Cuerpo.
VI. En riquezas. Él es preeminentemente rico, «por cuanto tuvo a bien el Padre que en él habitase toda plenitud» (v. 19). Éste es un acto de la gracia divina, que Dios se complazca que en Jesucristo, el Redentor del mundo, more toda plenitud, para que todos los que estén en Él por la fe puedan estar en contacto con toda la plenitud de Dios.
Él «por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros fueseis enriquecidos con su pobreza». «Y de su plenitud todos hemos recibido» (Jn. 1:16). Toda la bendición que hemos recibido ha venido de su plenitud. Nuestra copa puede estar llena, pero los océanos de su plenitud permanecen (Ef. 1:3). Su Nombre será llamado «MARAVILLOSO» (Is. 9:6).