LA SUEGRA DE PEDRO Bosquejo Bíblico para predicar de Marcos 1:29-31
En los versículos 21-34 tenemos un breve registro de lo que debe haber sido un día muy ocupado en la vida del Señor, y un día de gran bendición para los que estaban con Él.
Por la mañana de aquel sábado entró en la sinagoga y enseñó, y echó un espíritu inmundo; por la tarde fue a la casa de Pedro con Jacobo y Juan, y sanó a la suegra de Pedro de su fiebre; y al caer la sobretarde sanó a muchos que padecían diversas enfermedades, y echó muchos demonios.
Pero no parece que al día siguiente se sintiera fatigado, como muchos predicadores afirman estarlo los lunes, porque el versículo 35 dice: «De madrugada, cuando estaba aún muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí se puso a orar».
Debemos estar trabajando con la energía de la carne si nuestro trabajo nos deja ineptos para la oración secreta. Observemos ahora en el caso de la suegra de Pedro:
I. Su relación. «La suegra de Simón» (v. 30). Así Simón Pedro debe haber tenido una mujer. Si fue el primer Papa, como pretenden los papistas, ¿de dónde sacan su autoridad para el dogma del celibato?
II. Su triste condición. «Acostada con fiebre» (v. 30). La fiebre y la enfermedad siempre llevan a la impotencia. «Acostada». Totalmente incapaz de hacer nada. La fiebre de la excitación mundana lleva a muchos la enfermedad de la incapacidad espiritual.
Nuestras iglesias son más como hospitales que campamentos de hombres armados y capaces. ¿Por qué el señor o la señora Tal no están tan activos como solían en el servicio de Cristo? Oh, Él está ofendido, o ella se está enfriando. Sí, «acostados con fiebre» y «para nada útiles», como la sal que ha perdido su sabor.
III. Los intercesores importunos. «Y en seguida le hablaron de ella» (v. 30). Ésta es una obra bendita, haciendo continua… intercesión por los débiles y los necesitados. El Señor no se ofende por nuestras continuas peticiones.
La condición de nuestros amigos y de los enfermos y enfebrecidos profesantes puede hacernos acudir muchas veces a Cristo. «En seguida» es el secreto de la oración que prevalece. Díselo. Díselo una y otra vez.
No que Él sea duro de oído, ni lento para comprender nuestra necesidad, sino que quiere ver en nosotros una fe persistente. «No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no desfallecemos» (Gá. 6:9).
IV. Su gran liberación. «Tomándola de la mano, la levantó. Luego la dejó la fiebre» (v. 31). Es fácil para Él hacer algo grande. Hubo:
1). Un contacto personal. «Tomándola de la mano». ¡Cuán tiernamente cuida de los enfermos.
2) Un poder levantador. «La levantó». Cada contacto con Cristo en oración o comunión implica un levantamiento. El poder de levantar es de Él. «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil. 4:13).
3) Una cura inmediata. «Luego la dejó la fiebre». ¿Cómo podía ser de otra manera? El Cristo personal es el remedio para todo.
V. Su voluntario servicio. «Ella comenzó a servirles» (v. 31). ¿Qué cosa más natural que un salvo sirva? No solo es justo que los redimidos lo digan, sino que lo hagan.
Al servir estaba solo empleando para Él la energía que Él mismo le había concedido. «¿Robará el hombre a Dios?» (Mal. 3:8). Sí, y lo hace siempre que retiene del servicio de Cristo aquello que Cristo demanda como suyo.
El ministerio de la suegra de Pedro, como todo verdadero servicio, era voluntario, espontaneo y de corazón. «Servidle con alegría, proclamad su alabanza». «Digno es el Cordero» (Ap. 5:12).