La Vida Escondida. Bosquejos Bíblicos para Predicar Colosenses 3:1-4
La esencia del cristianismo no es un «credo», ni un «sistema de doctrina», ni un modo particular de adoración, sino una vida, y esta vida semejante a Cristo. Es:
I. Una vida de entre los muertos. «Estabais muertos por vuestros delitos y pecados» (Ef. 2:1). Muertos en cuanto a Dios, en cuanto a que no había fe en Él, ni respuesta a su amor, ni necesidad sentida de su misericordia; tan insensible a las cosas espirituales y celestiales como los muertos en sus sepulcros lo son a las cosas de la tierra.
II. Una vida resucitada. «Resucitados con Cristo» (v. 1). El hombre carnal, como grano de trigo, ha caído en la tierra y muerto, y ha aparecido la nueva vida, vivificada por el Espíritu de Dios (Jn. 12:24). «Lo que siembras no se vivifica, si no muere antes». Las hojas muertas de la vieja vida caen en la primavera de la nueva. Si hemos sido sepultados con Cristo en su muerte, somos resucitados con Él en novedad de vida. Esta vida en Cristo es eterna, porque Aquel que es nuestra vida no muere ya más. Hemos pasado de la muerte a «la vida eterna».
III. Una vida sustentada por cosas celestiales. «Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (vv. 1, 2). Esta vida que es de arriba solo puede ser alimentada y nutrida con las cosas que pertenecen a los lugares celestiales.
Las cosas materiales nunca pueden dar satisfacción a un espíritu vivificado. Todos los que son según el Espíritu deben ocuparse de las cosas del Espíritu (Ro. 8:5). La vida espiritual es a menudo ahogada con las riquezas de este mundo.
Buscad primeramente el reino de Dios, y todas las otras cosas os serán añadidas (Mt. 6:33); y al hacerlo así atesoraréis para el cielo. «Si alguno ama el mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Jn. 2:15).
IV. Una vida sustitutoria. «Cristo, vuestra vida» (v. 4). Su su muerte fue en sustitución de nosotros, también lo es su resurrección y vida. «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí.» «Estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo.
Éste es el verdadero Dios y la vida eterna (1 Jn. 5:20). Verdaderamente, «vivimos, y nos movemos y somos en Dios». Él fue juzgado por nosotros en la Cruz. Ahora somos justificados por su vida (Ro. 5:10). «Porque yo vivo, y vosotros también viviréis» (Jn. 14:19).
V. Una vida segura. «Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (v. 3). En gracia, Dios estaba en Cristo reconciliando a los pecadores consigo mismo. En gloria, Cristo está en Dios representando a su pueblo redimido.
Por la fe, vosotros estáis en Cristo como fruto de su victoria, el tesoro especial que Él halló en el campo del mundo (Mt. 13:44). «Escondidos con Cristo en Dios»; estáis tan a salvo como el mismo Cristo. Así como Noé fue encerrado en el arca por Dios, así su Iglesia como su cuerpo ha sido encerrada y resguardada en el arca de su ungido. «Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano» (Jn. 10:28).
VI. Una vida que aún ha de ser manifestada. «Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria» (v. 4). «Todavía no se ha manifestado lo que hemos de ser.» «Aquí sufrimos pena y dolor», debido a los pecados y dolores del mundo, y debido a nuestra propia debilidad y fracasos. Pero cuando Él aparezca, seremos como Él, viéndole como Él es (1 Jn. 3:2).
Porque Él «transfigurará el cuerpo de nuestro estado de humillación, conformándolo al cuerpo de la gloria suya» (Fil. 3:21). «Considero que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que ha de manifestarse en nosotros» (Ro. 8:18). Cristo vino y murió para que pudiéramos tener vida. Resucitó y ascendió para que pudiéramos tenerla en abundancia (Jn. 10:10). «No temáis, manada pequeña.»