LA GRAN INVITACIÓN | Bosquejos para predicar
Isaías 1:1-20 Israel había caído en un estado de degeneración; y así como Moisés «nació» en un tiempo de tinieblas y desesperación nacional (Hch. 7:19, 20), en un tiempo análogo le vino la «Visión» a Isaías, el hijo de Amoz (v. 1). Dios tenía su propio tiempo y manera de desvelar la culpabilidad humana y la misericordia divina. Estas dos imágenes nos son exhibidas aquí en este capítulo.
I. Su condición culpable. Son acusados de rebelión. «Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí.» Él los alimentó y los sacó de Egipto, y los llevó a través del desierto a una tierra de privilegio y de abundancia. Pero ellos se rebelaron contra Él. ¿Y no hemos sido nosotros, como pueblo, alimentados y criados en una tierra de luz y privilegio del Evangelio? ¿Estamos todavía en rebelión contra Él? Esta mísera condición era el resultado de un cierto proceso moral. Había:
1. DESCONSIDERACIÓN. «Mi pueblo no tiene discernimiento.» Se volvieron más desconsiderados y desagradecidos para con su Amo y Proveedor que el buey o el asno. Cuando dejamos de discernir la obra del Señor, y de discernir las obras de sus manos en favor nuestro, hemos entrado ya en el camino del recaído.
2. PRESUNCIÓN. «Dejaron a Jehová. despreciaron al Santo de Israel» (v. 4). Su desconsideración la resultado en un apartamiento voluntarioso y deliberado del Dios viviente. Cuando el recaído ha decidido llevar a cabo su propia voluntad y andar en sus propios caminos, habrá una rotura de las ligaduras del Señor, y el desecamiento de su yugo (Sal. 2:3).
3. PERVERSIDAD. «¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis?» (v. 5). Dios no podía tratar con ellos como con hijos a los que se disciplina. Estaban tan alejados que no «soportarían » la disciplina, sino que endurecerían aún más su cerviz en amarga revuelta (He. 12:5-8).
Es extremadamente doloroso cuando Dios tiene que decir: «En vano he azotado a vuestros hijos; no han recibido corrección» (Jer. 2:30).
4. CORRUPCIÓN. «Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente… no hay en él cosa sana… podrida llaga», etc. (vv. 5-6). Esta enfermedad, esta dolencia, esta ruina y llagas, nunca pueden ser sanadas, vendadas y suavizadas aparte de Aquel a quien hemos menospreciado y rechazado. La corrupción es el resultado de estar separados de la Fuente de la Vida: el Viviente. Abandonar al Señor es preferir la corrupción y la muerte a la salud y a la vida (Mt. 5:13).
II. Su misericordiosa oferta. «Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta», etc. (vv. 18-20). Estas palabras contienen:
1. UNA REVELACIÓN. Revelan la infinita misericordia del Dios a quien habían rechazado y ofendido. ¿Por qué debía Él tomar la iniciativa de dirigirse a sus rebeldes criaturas? ¡Ah, «Fue el amor, su inmenso amor»! Mientras éramos aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
2. UNA INVITACIÓN. «Venid luego. y estemos a cuenta.» Dios reconoce y declara la relación del hombre con Él. «Venid luego. y estemos a cuenta». Él no «razona» con la creación bruta. ¡Cuán llena de misericordia es esta creación! Dios hubiera podido echar a toda la nación de delante de Él igual que echó al hombre del huerto. «Venid luego», porque donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Ro. 5:20). «Venid luego», y estemos a cuenta, porque el pecado ha sido expiado en la Cruz del Calvario.
3. UNA PROMESA. «Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos.» Se ha dicho que «cualquier persona puede teñir su alma con pecado, pero solo Dios puede blanquearla». El poder de Dios está en y detrás de su promesa, para transformar los ropajes teñidos de escarlata de un alma ramera en ropajes blancos de un santo purificado en sangre. «Venid luego», porque ni el número ni la profundidad de tus pecados tiene por qué constituir obstáculo alguno: la salvación es de Jehová. «La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado » (1 Jn. 1:7).
4. ADVERTENCIA. «Si rehusáis y sois rebeldes, seréis consumidos a espada» (v. 20). Éste es el ultimátum divino. Si los hombres rehusan, y se rebelan contra su gratuita oferta de misericordia y de perdón, si no quieren ceder a la buena disposición divina de estar a cuenta, entonces su fin será destrucción. (Tit. 1:2). Si sus promesas son menospreciadas, sus juicios no se dormirán. Venid ahora, porque he aquí ahora el día de salvación.