«Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación...» (Lev. 4:29).
La cuestión con muchas almas es cómo obtener de ellas interés suficiente para que puedan ser salvas por Cristo. Nunca se ha presentado una cuestión de más peso.
Lo cierto es que esto es absolutamente necesario; pero, ¡ay!, ha sido peligrosamente descuidado por muchos. Es en vano que Cristo muriera si no se pone la fe en El.
El texto nos da una respuesta gráfica a la pregunta: ¿Cómo puede serme aplicado el sacrificio de Cristo?
I. LA INTENCIÓN DEL SÍMBOLO.
1. Era una confesión de pecado: Nadie había que no necesitara ofrenda por el pecado.
• A esto tenía que añadirse una confesión de merecer el castigo; de otra manera, ¿por qué tendría que morir la víctima? Era también una renuncia a todos los otros métodos de quitar el pecado. Las manos tenían que estar vacías para ponerlas sobre la víctima.
• Haz esto con la cruz, pues solamente allí puede ser quitado el pecado.
2. Un consentimiento al plan de sustitución.
• Algunos objetan a la justicia y realidad de este método de salvación; pero el que ha sido salvo por El no lo hace, pues ve que Dios mismo es el mejor juez de su propia justicia; y si El está satisfecho, nosotros podemos seguramente estarlo también.
• No hay otro plan que resuelva el caso, ni que se le parezca de lejos. El sentimiento de culpabilidad del ser humano no puede ser quitado por otros medios.
3. Expresa una dependencia: la mano del pecador se apoya sobre la víctima.
• ¿Hay mejor apoyo que Jesucristo para el corazón turbado? Considera la naturaleza del sufrimiento y de la víctima por la cual fue hecha la expiación, y sentirás que es de valor suficiente para reposar en ella.
• Considera la dignidad y el sacrificio de aquel que sufrió la muerte. La Gloria de la persona de Cristo garantiza el valor de su expiación (Heb. 10:540).
• Recordad que ninguno de los santos que están en el cielo ha entrado allí mediante otro sacrificio. «Sólo Jesús» es el lema de todos los justificados. «El ofreció un sacrificio por los pecados para siempre» (Heb. 10:12).
• Aquellos de nosotros que somos salvados reposamos en El tan sólo. ¿Por qué no puede hacerlo usted y cualquier otra alma ansiosa?
II. LA SIMPLICIDAD DEL SÍMBOLO.
1. No había ritos antecedentes. La víctima estaba allí y solamente se requería que las manos fuesen puestas sobre ella. Nada más. Nosotros no podemos añadir prefacio ni apéndice a la obra de Cristo: El es el Alfa y Omega.
2. El oferente venía con todos sus pecados. «Tal como soy.> Era porque su pecado fuese quitado que el oferente traía el sacrificio; no porque se hubiese justificado a sí mismo.
3. No había nada en su mano de mérito o precio.
4. Nada podía excusarle. Ni anillo de oro, ni señal de poder, ni joya o rango. El oferente venía como hombre, no como sabio, rico u honorable.
Cuando Christmas Evans estaba a punto de morir, varios pastores rodeaban su cama; el moribundo les dijo: «Predicad a Cristo al pueblo, hermanos. Miradme a mí en mi propio valer, y no soy más que una ruina; pero miradme a mí a través de Cristo, y soy el cielo y la salvación.»
No es la cantidad de tu fe lo que te salvará. Una gota de agua es tan verdaderamente agua como todo el océano. Así, una pequeña fe es fe verdadera, igual que la mayor. Un niño de ocho años es tanto un hombre como uno de sesenta.
La llama de una cerilla es fuego igualmente que una grande llama; un hombre enfermo es un ser vivo lo mismo que uno en buen estado de salud. De modo que no es la medida de tu fe lo que te salva, es la sangre a la que te acoges. De la misma manera que la débil mano de un niño que lleva su cuchara a la boca le alimentará igual como el brazo del hombre más fuerte, pues no es la mano la que alimenta, sino el alimento que es llevado a la boca y entra en el estómago; así si te adhieres a Cristo. Aunque sea del modo más débil, El no te dejará perecer.
La mano más débil puede tomar un don lo mismo que la más fuerte. Pues bien, Cristo es el don y la fe débil puede asirse a El igual que la fe fuerte, y Cristo es tan verdaderamente tuyo cuando tienes una fe débil como cuando has venido con gozo triunfante por la fortaleza de la fe. - Welsh.