SIETE PASOS EN LA VIDA CONSAGRADA
Marcos 1:9-15
Juan fue un hombre enviado por Dios. Todos los hombres enviados por Dios dan honra a Cristo, y sienten muy agudamente su propia indignidad en su presencia. «Es necesario que Él crezca, y que yo mengüe». Esta pequeña porción es uno de aquellos jardincillos tan frecuentes en el Evangelio de Marcos, fragante con muchas preciosas flores. Sigamos los pasos del Señor. Él fue:
I. Decidido. «Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán» (v. 9). ¿Qué involucró este paso para Él? ¿Estaba Él acaso siguiendo como uno de la muchedumbre que iba en pos del predicador del desierto? Fue el paso más decisivo e importante en la vida de nuestro Señor.
Implicó el abandono de todos los vínculos terrenos de las relaciones humanas, la perfecta rendición de Sí mismo a la voluntad de su Padre como su Hijo, la pública declaración de su carácter como maestro enviado por Dios, y como el Cordero que quita el pecado del mundo.
Solemne fue para Jesús el viaje desde Nazaret hasta el Jordán. ¿Hemos tomado este paso? ¿Nos hemos rendido a Dios para que su voluntad sea hecha en nosotros? ¿Es el ardiente deseo de tu corazón que tu vida glorifique al Padre?
II. Aceptados. «E inmediatamente… vio que se rasgaban los cielos» (v. 10). Se ofreció a Sí mismo, y fue en el acto aceptado por el Padre, a través de los cielos abiertos. Como pecadores, nos damos para ser salvos; como hijos, nos damos a Él para el servicio.
Cada hijo que no se rinde a Él le está robando a Dios el fruto de su vida. No digas que no vale la pena ofrecer tu vida cuando ha sido redimida con la preciosa sangre del Hijo de Dios. Si quieres que los cielos se abran sobre ti, preséntate a Dios.
III. Ungido. «Y [vio] al Espíritu como paloma que descendía sobre Él» (v. 10). La santa unción para el servicio vendrá con certidumbre cuando la vida haya sido totalmente dedicada a Dios. Todas las palabras y obras de Cristo fueron pronunciadas y obradas en el poder del Espíritu. Este mismo bautismo lo necesita y puede tenerlo cada hijo de Dios (Hch. 1:8; 19:2).
IV. Asegurado. «Y vino entonces una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia» (v. 11). Como Enoc, andaba con Dios, y tuvo también este testimonio de que complacía a Dios. Ésta es otra bendición que pertenece al camino de los consagrados. La unción del Espíritu Santo siempre conlleva la voz consoladora de Dios, la más dulce certidumbre en el alma es que la vida es aceptada y santificada, y es agradable para Él. Sin la fe esto es imposible.
V. Impulsado. «Y luego el Espíritu le impulsó al desierto» (v. 12). Este verbo «impulsar» es muy enérgico: es el mismo que el empleado en Juan 2:15: «echó fuera del templo a todos». La conducción del Espíritu en la vida consagrada es un impulso controlador inescrutable pero poderoso.
No es una fantasía, sino la autoridad soberana y gubernamental de Dios en el alma. Así como el viento empuja a una nave de vela, de la misma manera el Espíritu Santo impulsa a la vida que ha sido botada en el océano de la voluntad de Dios. Impulsado por el Espíritu. ¡Maravilloso conductor! ¿Quién sostiene las riendas de tu vida? El Santo Espíritu de Dios, o el espíritu que obra en los corazones de los hijos de desobediencia?
VI. Probado. «Y estuvo en el desierto… siendo tentado por Satanás» (v. 13). No fue sino hasta que Cristo fue ungido con el Espíritu Santo que acudió el Tentador. Esto es muy sugestivo para nosotros. El reino de Satanás no siente mucho peligro de nuestra parte hasta que somos bautizados con el Espíritu de Poder. La verdadera lucha contra «los principados y potestades» solamente puede comenzar cuando somos elevados a los lugares celestiales, en los que las fuerzas del mal tienen sus fortalezas (Ef. 6:12). «Mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo» (1 Jn. 4:4).
VII. Él testificó. «Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios» (v. 14). Lucas nos dice que «Regresó Jesús a Galilea en el poder del Espíritu». Salió vencedor de aquel conflicto mediante la unción del Espíritu Santo y comenzó a predicar el Evangelio del Reino.
Aquí podemos también seguir sus pasos. Si el poder del Espíritu Santo ha venido sobre nosotros, es para que seamos sus testigos. Los primeros discípulos llenaron Jerusalén con su doctrina. Id y predicad el Evangelio.