Una Lucha Contra el Egoísmo. Bosquejos Bíblicos para Predicar Nehemías 5:1-13
Carlyle ha dicho: «Siempre hay un punto negro en nuestro brillar: es nuestra propia sombra». Una sombra de egoísmo, tan negra como la noche cerrada, aparece delante de nosotros aquí, en los primeros cinco versículos de este capítulo. Había sobrevenido gran angustia. El enemigo había logrado interceptar los suministros de alimentos, y, ¡ay!, la parte más rica del pueblo comenzó a aprovecharse de sus hermanos más pobres, enriqueciéndose a costa de ellos.
Tierras, viñas, casas e incluso hijos e hijas, fueron hipotecados o cambiados por pan (vv. 1-5). Las cosas se hicieron tan insoportables que «gran clamor» brotó del pueblo. La conducta de Nehemías durante esta dolorosa crisis nos da una revelación adicional de la grandeza y estabilidad de su carácter. características éstas que debieran caracterizar a cada uno llamado por Dios para su servicio. Estas características son:
I. Rectitud. «Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor» (v. 6). Es solo el alma verdaderamente recta que puede verdaderamente encolerizarse ante la injusticia. No se trata de aquella «ira sin causa» que está en peligro de juicio (Mt. 5:22), sino la santa ira que está relacionada con «la ira del Cordero». ¡Ay, que haya tantos siervos de Dios cuyas convicciones no parecen ser lo suficientemente puras o profundas para moverlos a indignación ante la inmisericorde codicia de algunos profesantes de la religión. Estos hombres eran «hermanos» (v. 1), pero no mostraron amor fraternal alguno.
II. Valor. Entonces… reprendí a los nobles y a los oficiales» (v. 7). El valor en el Nombre de Dios es absolutamente necesario para los llamados a tomar la conducción de la obra (Jos. 1:6, 7). A los nobles y oficiales, los ricos e influyentes, se les permite con frecuencia escapar a una merecida reprensión simplemente por la circunstancia de haber nacido y crecido en circunstancias más favorables que otros.
La tiranía de la clase rica solo es igualada por la envidia de la clase más pobre. El siervo de Cristo no debe esforzarse ni en pos de ventajas personales ni de la alabanza de los hombres, sino que en nombre de su Señor tiene que hablar sin temor alguno la verdad tal como se ha manifestado en su Vida, Palabra y Obra. «Yo soy la Verdad», dijo el Señor.
III. Desprendimiento. «Nosotros, según nuestras posibilidades, rescatamos a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones; ¿y vosotros vendéis aun a vuestros hermanos?» (v. 8). Nehemías había tratado, hasta allí donde le permitían sus medios, de redimir a la libertad aquellos que habían sido vendidos a los gentiles, pero estos egoístas nobles y oficiales habían tratado de obtener ganancia vendiendo a sus hermanos.
El amor a otros bajo influencias paganas, y la buena disposición a dar en base de la capacidad de cada uno, tanto con respecto a tiempo como a medios, por la salvación de ellos, son las características inequívocas de todos los que sinceramente sirven al Señor Jesucristo.
La Cruz de Cristo no ha sido aún claramente vista si el egoísmo no ha recibido aún su golpe mortal (Gá. 2:20). Piensa en la capacidad de la fe y del amor.
IV. Santo celo. «No es bueno lo que hacéis: ¿No queréis caminar en el temor de nuestro Dios, para no ser oprobio de las naciones enemigas nuestras?» (v. 9). Cuando el pueblo de Dios no camina en temor de Él, atraen vituperio sobre su santo Nombre (Ro. 2:24). Es un hecho deprimente que muchos de los siervos de Cristo se sienten más celosos acerca del honor de sus propios nombres que del de Él.
Cuando nuestros semejantes nos difaman, ¿nos duele más que cuando los oímos blasfemando del Nombre de nuestro Señor Jesucristo? ¿Están nuestros intereses vitales tan entretejidos con el Nombre y la obra de nuestro Señor y Salvador que cuando Él es tocado nosotros también lo somos, y que aquellos que le honran a Él son honrados por nosotros?
V.Diligencia. Nehemías no era ni tibio ni de doble ánimo. Todo lo que hacía lo hacía de corazón y totalmente, como para el Señor. Como Booz, no está satisfecho hasta «terminar… este asunto». La exhaustividad, para ser perfectamente sana, ha de ir gobernada por los motivos más puros, y actuando a la clara luz de la voluntad divina; si no es así, puede tratarse solo del fuego desenfrenado del entusiasmo carnal. La diligencia en el carácter de Nehemías se hace patente aquí en su demanda de restauración.
«Os ruego que les devolváis hoy sus tierras», etc. (v. 11). Y después de haber recibido de ellos la promesa de que así sería hecho, veamos cómo significativamente sacudió su vestido, advirtiéndoles en contra de cualquier infidelidad al compromiso contraído (v. 13). Este esfuerzo tan cordial fue coronado por el éxito, porque «respondió toda la congregación: ¡Amén!, y alabaron a Jehová.
Y el pueblo hizo conforme a esto». ¿Cómo creerán los hombres lo que decimos, como embajadores de Cristo, si no declaramos denodadamente todo el consejo de Dios, sin retener nada? Todas las demandas de Dios tienen que ser reiteradas por sus siervos, o el mensaje dado quedará destituido de aquel cortante y acerado filo que lo hace eficaz en los corazones de los que lo escuchan. El evangelio de la restauración tiene dos aspectos: 1) La restauración del alma a Dios; 2) la restauración de ganancias mal adquiridas a otros (Lv. 6:4; Lc. 19:8).