¿A qué renunciar?
Renunciamos a los subterfugios vergonzosos… (2 Corintios 4:2)
¿Has renunciado «a los subterfugios vergonzosos» en tu vida, aquello que tu sentido del honor o del orgullo no permitiría que saliese a la luz? No es difícil esconderlo. ¿Hay en tu corazón algún pensamiento acerca de alguien que no querrías que saliera a la luz? Entonces renuncia a ello tan pronto como te venga a la mente, renuncia absolutamente a todo hasta que no exista en ti deshonestidad encubierta ni astucia oculta.
La envidia, celos y pendencias no surgen necesariamente de tu vieja naturaleza de pecado, sino de tu naturaleza humana que en el pasado fue empleada para esta clase de cosas (véase Romanos 6:19 y 1 Pedro 4:1-3). Has de mantener una vigilancia continua para que nada surja en tu vida que pudiese causarte vergüenza.
«… no andando con astucia…» (2 Corintios 4:2). Esto significa que el fin no justifica los medios. Ésta es una trampa terrible. Sabes que Dios te permitirá obrar sólo de una manera: por el camino de la verdad. Luego, ten cuidado de no tender una emboscada en el camino de los demás.
Si actúas engañosamente, las plagas y ruina de Dios caerán sobre ti. Puede que para otros la astucia sea un recurso normal, pero Dios te ha llamado a una norma más sublime. Nunca embotes tu sentido de total consagración para toda Su gloria. Para ti, echar mano en tu vida de ciertas prácticas de astucia con otro propósito distinto que el de perseguir siempre lo más elevado y lo mejor, embotaría el motivo que Dios te ha dado.
Muchos vuelven atrás porque tienen miedo de contemplar las cosas desde la perspectiva de Dios. La mayor crisis espiritual surge cuando alguien tiene que avanzar en su fe más allá de las creencias que ya ha aceptado.