¿Cómo Llegamos a La FE?
Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Juan 6.44, 65
La manera en que se convirtió Lidia, es una excelente ilustración de cómo Dios siempre redime a las almas perdidas. Desde nuestra perspectiva humana, podemos pensar que nosotros le estamos buscando, que creer en Dios es meramente una decisión que está en el poder que tiene nuestra propia voluntad de elegir, o que somos soberanos sobre nuestro corazón y sobre nuestros sentimientos.
En realidad, dondequiera que usted vea un alma como la de Lidia buscando a Dios, puede tener la certeza de que es Él quien la está atrayendo
En realidad, dondequiera que usted vea un alma como la de Lidia buscando a Dios, puede tener la certeza de que es Él quien la está atrayendo. Dondequiera que alguien deposita su confianza en Cristo, es Dios quien abre el corazón para que crea. Si Dios mismo no nos llevara a Cristo, nunca llegaríamos a Él. Jesús fue muy claro en esto (Juan 6.44–65).
Hechos 16.14 describe a Lidia como una mujer «que adoraba a Dios». Intelectualmente al menos, ella ya sabía que Jehová era el único Dios verdadero. Al parecer, se encontraba regularmente con las mujeres judías que se reunían a orar el sábado, pero aun no se había convertido al judaísmo. Su corazón fue realmente abierto. Era una buscadora genuina de Dios.
Pero observe el punto de vista completo de Lucas: no era que Lidia abriera su corazón y sus oídos a la verdad. Sí, ella estaba buscando, pero aun eso era porque Dios estaba atrayéndola.
Estaba escuchando, pero era Dios quien le daba oídos para oír. Tenía un corazón abierto, pero era Dios quien abría su corazón. Lucas expresamente afirma la soberanía de Dios en la salvación de Lidia: El Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.