Edificar el Verdadero Reino
Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. Zacarías 4:6
Algunos podrían pensar que si Jesús hubiera querido que su mensaje tuviera el máximo impacto, debió de haber explotado más efectivamente su popularidad.
La sabiduría convencional moderna quizás sugiera que Jesús debió de haber hecho todo lo posible para explotar su fama, atenuar las controversias provocadas por su enseñanza y emplear cualquiera estrategia que hubiese podido usar para aumentar las multitudes alrededor de Él. Pero Jesús no hizo eso; más bien, hizo todo lo contrario.
La estrategia que Jesús escogió tipificaba el carácter de su reino
En lugar de tomar la ruta populista y explotar su fama, enfatizó las cosas que hacían de su mensaje algo tan controversial. Para el tiempo cuando las multitudes alcanzaron su punto máximo, Él predicaba un mensaje que causaba tanta oposición abierta, y era tan ofensivo en su contenido, que las multitudes se alejaron, quedándose solo unos pocos fieles (Juan 6.66–67).
Entre los que permanecieron con Él estaban los Doce, a quienes Él personalmente había seleccionado y designado para que lo representaran. Eran doce hombres comunes y corrientes, sin nada excepcional. Pero la estrategia de Cristo para adelantar su reino giró en torno de estos doce hombres en lugar de en las multitudes que lo aclamaban.
Decidió trabajar a través de la disponibilidad de estos pocos individuos llenos de fallas más bien que llevar a cabo su agenda a través de la fuerza de las multitudes, el poder militar, su popularidad personal, o una campaña de relaciones públicas.
Desde una perspectiva humana, el futuro de la iglesia y el éxito a largo plazo del evangelio dependían enteramente de la fidelidad de ese puñado de discípulos. Si ellos fallaban, no había un plan B, es decir, un plan alternativo.
Una docena de hombres bajo el poder del Espíritu Santo son una fuerza más poderosa que las muchedumbres cuyo entusiasmo inicial por Jesús había sido aparentemente provocado por poco más que simple curiosidad. La estrategia que Jesús escogió tipificaba el carácter de su reino (Zacarías 4.6).