¡Es el Señor!
Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! (Juan 20:28)
Jesús le dijo a la mujer samaritana: «Dame de beber» (véase Juan 4:7). ¡Cuántos de nosotros estamos esperando que Jesucristo apague nuestra sed cuando nosotros deberíamos estar dándole satisfacción a Él!
Habríamos de estar derramando nuestras vidas, rindiendo todo nuestro ser, no sólo recurriendo a Él para que nos satisfaga. ¿«Me seréis testigos…» (Hechos 1:8).
Esto significa vidas de una devoción pura, sin componendas y sin freno, para el Señor Jesús, moldeables allí donde Él pueda mandarnos.
Cuidado con todo aquello que compita con tu lealtad para con el Señor Jesucristo. El mayor competidor por la verdadera devoción a Jesús es el servicio que hacemos para Él. Es más fácil servir que derramar nuestras vidas totalmente para Él.
El objetivo del llamamiento de Dios es Su satisfacción, no simplemente que hagamos algo por Él. No somos enviados a librar la batalla para Dios, sino a ser usados por Dios en Sus batallas. ¿Nos consagramos más al servicio cristiano que al mismo Jesucristo?