Llegaron a Mara, lugar que se llama así porque sus aguas son amargas, y no pudieron apagar su sed allí. Comenzaron entonces a murmurar en contra de Moisés, y preguntaban: “¿Qué vamos a beber?” Moisés clamó al SEÑOR, y él le mostró un pedazo de madera, el cual echó Moisés al agua, y al instante el agua se volvió dulce.
En ese lugar el SEÑOR los puso a prueba y les dio una ley como norma de conducta. Les dijo: “Yo soy el SEÑOR su Dios. Si escuchan mi voz y hacen lo que yo considero justo, y si cumplen mis leyes y mandamientos, no traeré sobre ustedes ninguna de las enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el SEÑOR, que les devuelve la salud”» (Éxodo 15:23–26).
En cierta ocasión visité la sección de pruebas de un gran molino de acero. Me vi rodeado por instrumentos y equipos que probaban pedazos de acero hasta sus límites y medían su punto de ruptura. Algunas piezas habían sido dobladas hasta que se quebraban y luego las etiquetaban indicando el grado de presión que habían alcanzado a soportar.
A otras las estiraban hasta que se rompían, anotando igualmente su nivel de resistencia. Incluso a otras las comprimían hasta el punto de trituración, midiendo y anotando como en los casos anteriores.