Tenemos Un Dios que Sana
YO SOY UN DIOS QUE SANA. Sano cuerpos quebrantados, mentes quebrantadas, corazones quebrantados, vidas quebrantadas y relaciones quebrantadas. Mi sola Presencia tiene un inmenso poder sanador. Tú no puedes vivir cerca de mí sin experimentar algún grado de sanidad.
Sin embargo, es también verdad que no tienes porque no pides. Recibes la sanidad que fluye naturalmente de mi Presencia sea que la busques o no. Pero hay más, mucho más para todos los que piden.
Tú no puedes vivir cerca de mí sin experimentar algún grado de sanidad
El primer paso para recibir sanidad es vivir siempre cerca de mí. Los beneficios de esta práctica son demasiado numerosos como para enumerarlos. Mientras más y más vives íntimamente conmigo, te revelo mi voluntad en una forma más directa.
Cuando es el momento, te incito a que pidas sanidad de algún quebranto tuyo o de alguna otra persona. La sanidad puede ser instantánea o puede ser un proceso. Eso es algo que me corresponde a mí. Tu parte es confiar y darme gracias por la restauración que ha comenzado en tu vida.
Raramente sano todos los males de una vez en la vida de una persona. Aun a mi siervo Pablo le tuve que decir cuando buscaba alivio de un aguijón en su carne: «Debe bastarte mi amor». No obstante, hay mucha sanidad para quienes cuyas vidas están íntimamente entretejidas con la mía. Pidan y se les concederá lo que pidan. SALMO 103.3; SANTIAGO 4.2; 2 CORINTIOS 12.7-9; MATEO 7.7