Cuando yo (Rick) era un niño, pasaba los veranos en Kentucky, en la finca de mis bisabuelos. Uno de mis trabajos, como miembro joven de la familia, era salir cada día y contar los vacunos. Había más de 50 en la manada, en su mayoría vacas.
Si faltaba alguno, yo tocaba una campana, y nos íbamos en los tractores a buscarla. Después de haber trabajado en esto por unos cuantos veranos, me convertí en un conocedor del comportamiento de los vacunos.
Éstos son inteligentes. Se acuestan temprano y se levantan temprano. Cuando se levantan, por lo general lo primero que desean es un poco de agua. Después que han bebido, es hora de comer algo. También hacen esto muy inteligentemente.
Cuando comen hierba, toman la hierba con su boca, la rompen a nivel del suelo y se la comen. Dejan las raíces en la tierra para que continúe creciendo. Cuando regresan al día siguiente o a la semana siguiente, la hierba estará todavía en el mismo lugar y podrán comer más de ella.
Los vacunos, además de ser cuadrúpedos, son rumiantes y para ello tienen un estómago con cuatro compartimentos: Panza, redecilla, libro y cuajar. Como se alimentan de hierba, ésta es difícil de digerir y necesita de un proceso especial que se denomina “rumiar”.
Cuando se alimentan, llenan la panza de hierbas, luego en vez de volver a comer, rumian lo que tienen en el estómago, vuelven a masticar la hierba previo paso por la redecilla y luego de la nueva masticación, el alimento va al libro y de allí al absorberle el agua pasa al cuajar, muy rico en glándulas gástricas. Recién entonces el animal completa su alimentación, un proceso de todo un día.
Rumiando la Palabra de Dios
¿Por qué describir el desagradable proceso de comer y digerir de los vacunos? Porque la palabra usada para meditación en Josué 1:8 “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”, es la misma palabra hebrea que se usa para decir “un vacuno está rumiando su alimento.”
En otras palabras, lo que el vacuno hace con la hierba es lo que nosotros tenemos que hacer con la Palabra de Dios... en sentido figurado por supuesto.
Como el vacuno llena su estómago con hierba, nosotros debemos estudiar la Palabra de Dios y guardarla en nuestras mentes como un alimento espiritual. Un tiempo después podemos sacar la Palabra de la mente y “masticarla” un poco más.
Así podemos asimilarla mejor y con la ayuda del Espíritu Santo -quien nos enseña durante el proceso- sacar más nutrición espiritual de ella. Esto lo podemos realizar varias veces al día y siempre obtendremos alimentación espiritual perfeccionada. Mientras más tengamos de ella guardada en nuestra mente, más podremos meditar y prosperar en el conocimiento de las cosas de Dios.
Tendremos los pensamientos de Dios en nuestra mente todo el tiempo. Entonces, cuando tengamos que tomar una decisión, no tendremos necesariamente que sentarnos a pensar en qué es lo correcto o lo incorrecto desde la perspectiva de Dios. Sabremos cómo Él desea que respondamos.
J.I.Packer en su clásico libro “Hacia el conocimiento de Dios”, nos da más información de lo que es la meditación. Él la define como: “La actividad que consiste en recordar, pensar y reflexionar sobre todo lo que uno sabe acerca de Dios, y aplicarlo a uno mismo. Es la actividad del pensar consagrado, que se realiza conscientemente en la presencia de Dios, a la vista de Dios, con la ayuda de Dios, como medio de comunión con Él.
Tiene como fin aclarar la visión mental y espiritual que tenemos de Dios y permitir que la verdad de la misma haga un impacto pleno y apropiado sobre la mente y el corazón".
En las Escrituras, un atributo claro de la persona justa es su compromiso a meditar en la Palabra de Dios. El Salmo 1 hace un contraste del hombre justo con el impío. En uno de los primeros lugares de la lista de las características del hombre justo es que “en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche” El salmo sigue diciendo que la persona que medita en la Palabra de Dios “será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo”.
En otras palabras, cuando nos deleitamos en la Palabra de Dios y meditamos en ella, echamos raíces muy profundas. También nos aseguramos de tener mucha “agua” –agua suplida por la fuente de “agua viva”, y en el tiempo de Dios, daremos fruto. Esto es, somos productivos en lo que Dios ha planeado para nosotros.
Podemos mirar en el Salmo 119:97-100 para ver otra lista de los beneficios de meditar en la Palabra de Dios: Seremos más sabios que nuestros enemigos, tendremos mejor entendimiento que nuestros maestros y obtendremos más entendimiento que el anciano.
Tomado del libro: Afirme su vida en santidad
Editorial: Unilit