¡DIOS ESTÁ TRABAJANDO!
La prueba de su presencia renovadora puede verse en todas las denominaciones. Seguramente todos los cristianos nos regocijamos por esta renovación, y por el despertamiento entre los cristianos de sus posibilidades de la gracia y responsabilidades del discipulado.
La renovación del interés en los dones del Espíritu Santo es una parte vital del trabajo que el Espíritu Santo está haciendo en la iglesia. Este interés renovado viene acompañado con la responsabilidad de entender la actividad del Espíritu Santo.
La Iglesia del Nazareno ha procurado proteger la actividad libre del Espíritu y su actividad creadora dentro de la iglesia; a la vez hemos insistido que lo que se entienda como la actividad del Espíritu sea sometido al escrutinio de la Biblia.
EFESIOS, CAPÍTULO 1
LA IGLESIA: EL CUERPO Y LA PLENITUD DE CRISTO
Todos reconocemos la importancia de empezar en el lugar debido para llegar al destino deseado. Una costurera no empieza cosiendo los botones a una tela que no ha sido cortada; un mecánico no empieza a cambiarle el aceite a un automóvil agregándole el aceite nuevo sin haberle sacado primero el usado. Donde uno empieza cambia los resultados en forma significativa, y esta verdad también se aplica a los asuntos de la fe cristiana.
La discusión de la iglesia empieza propiamente con la persona y la obra de Jesucristo. En términos sencillos, la iglesia es la creación de Cristo a través del Espíritu Santo.
Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él (Efesios 1:4).
En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Efesios 1:13).
Y sometió todas las cosas bajo sus (los de Cristo) pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Efesios 1:22-23).
La iglesia no existe primordialmente por la actividad de los hombres, sino por la redención lograda por Cristo en su vida, muerte, resurrección y ascensión.
Cristo es el Señor de la iglesia, y sólo a El la iglesia le debe su vida, y sólo a El le es fiel.
Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia (Colosenses 1:18).
El es la cabeza y no comparte su puesto con nadie más (como hemos visto en Efesios 1:22-23). Todo lo que Dios hace en la iglesia —su creación, redención, adoración y ministerio de servicio al mundo— es provisto directamente por la obra redentora de Jesucristo.
(Jesucristo) se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras (Tito 2:14).
¿QUIÉN ES ESTE CRISTO?
Sin embargo, estemos seguros de quién es este Cristo. El es Dios encarnado en Jesús de Nazaret. En Jesús no encontramos una persona que sea mitad Dios y mitad hombre. Más bien, en El nos enfrentamos al eterno Dios quien fue encarnado en Jesús de Nazaret —un ser totalmente humano. Los cristianos confesamos que El es el Cristo de Dios.
En El, Dios se ha revelado en la historia humana como el Creador. Por lo tanto, puesto que el que es la cabeza de la iglesia también es la persona en quien nos enfrentamos a Dios como Creador y Redentor, vemos que la iglesia es en efecto la creación de la gracia de Dios, por medio del Hijo, y a través de la actividad del Espíritu Santo. Además, la gloria de Dios como Creador y Redentor se manifiesta en la iglesia. La iglesia es el templo santo del Señor (Efesios 2:21).
La iglesia ha sido llamada a vida por el Señor resucitado y su presencia constituye el compañerismo de la iglesia.
Cristo creó la iglesia y nos ha llamado a usted y a mí a vida en ella. El es la vida de la iglesia, y usted y yo tenemos la vida de Cristo donde el Señor resucitado se revela a sí mismo dentro de la iglesia, “la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:23).
Cuando medito en el hecho de que comparto la presencia redentora de Cristo a través de mis hermanos y hermanas en el Señor, entonces mi vida como un miembro de la iglesia, un miembro que contribuye y recibe, toma un significado totalmente diferente. Pero es sólo por medio de tal entendimiento que las palabras del Nuevo Testamento acerca del Cuerpo de Cristo y del ministerio dentro del Cuerpo de Cristo tienen sentido.
UNA CREACIÓN DE GRACIA
La iglesia, entonces, es una creación de la gracia de Dios. Es la creación directa del evangelio, que significa “buenas nuevas”. Pero, ¿qué es el evangelio? El evangelio es las buenas nuevas de que, aun siendo pecadores, Cristo murió por nosotros, los injustos (Romanos 5:8).
El evangelio es la proclamación de que Dios no nos ha tratado de acuerdo a lo que merecemos por nuestro pecado, sino que ha elegido brindar su perdón y reconciliación a todos los que se aparten de su pecado y vivan sólo en la nueva vida que El nos ofrece. El evangelio es verdaderamente una realidad nueva. A través de la expiación de Cristo el orden viejo de muerte, culpa y destrucción ha pasado, y ahora todo es nuevo (2 Corintios 5:17). A todos los que le recibieren, dijo Juan, les ha dado el poder para llegar a ser “hijos de Dios” (Juan 1:12). Y Pablo nos recuerda que en Cristo Dios está reconciliando consigo al mundo.
Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación (2 Corintios 5:19).
El propósito de la iglesia es ser una comunidad del evangelio. En ella las buenas nuevas son proclamadas a través de la vida de sus miembros, y el poder salvador de Dios también es realizado y demostrado en ella. De hecho, la iglesia es “un acontecimiento”, el evento-lugar donde Aquel que es la Palabra de Dios, está presente como el Señor resucitado, dándose a sí mismo como las buenas nuevas a sus miembros, y ellos a El, y juntos llevando este mensaje al mundo.