Esta fue la clase de situación con que Pablo trató de lidiar en la iglesia de Galacia. En Gálatas 3:1-10 él rastrea el problema desde su origen hasta su culminación. A continuación ofrezco un breve bosquejo. En el versículo 1 Pablo identifica el origen como una engañosa influencia satánica que él llamó “fascinación”.
¡Oh Gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó…ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente…como crucificado?
Otra versión alternativa de la pregunta de Pablo es: “¿Quién te hechizó?”
Esta influencia satánica ha oscurecido la única fuente de la más que suficiente gracia de Dios: “Jesucristo crucificado”.
Privados así de la gracia de Dios, su pueblo inevitablemente se vuelve hacia la única opción: un sistema de leyes religiosas. Esto conduce a la siguiente pregunta de Pablo en el versículo 2:
¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?
La palabra normalmente utilizada para describir esto es “legalismo”. Puesto que esta palabra a menudo se usa con imprecisión, es importante definirla con más exactitud.
En Romanos 3:20 Pablo ha descartado esto con finalidad absoluta:
Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
El artículo “la” delante de “ley” lo agregó el traductor. Lo que Pablo dijo en realidad es “Por las obras de la ley ninguna carne será justificada”.
La primera referencia es a la ley de Moisés, pero la declaración se aplica del mismo modo a cualquier otro juego de reglamentos religiosos. La ley puede demostrarnos que somos pecadores, pero no tiene poder para cambiarnos.
El “legalismo” se puede definir también como un intento de imponer cualquier condición adicional para conseguir la justicia más allá de lo que el mismo Dios ha dispuesto. Los requisitos de Dios aparecen en Romanos 4:24-25.
A quines ha de ser contada (la justicia), estos es, a los que creemos e el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación (a fin de que pudiéramos ser reconocidos justos por Dios).
Este es el requisito de Dios – simple pero todo suficiente – para alcanzar la justicia: que nos entreguemos a él, creyendo que él hizo dos cosas a favor de nosotros: Primera, entregó a Jesús a la muerte por nuestros pecados.
Segunda: levantó a Jesús de entre los muertos para que pudiéramos ser contados justos. Dios no pide más que esto, y nadie jamás ha sido autorizado para añadir nada a los requisitos de Dios.
Después, una vez que hemos recibido la justicia por fe, las buenas obras propias de esa condición fluirán de nuestra fe. Pero si añadimos cualquier requisito adicional para alcanzar la justicia, Dios no nos reconocerá sobre esta base, y las buenas obras no se manifestarán.
Jamás seremos capaces de llegar más allá de lo mejor que pueden alcanzar nuestros esfuerzos carnales.
Esto explica la siguiente pregunta de Pablo en Gálatas 3:3:
¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?
El término acostumbrado para esto es “carnalidad”; o sea, depender de nuestra propia naturaleza carnal. Además, en Gálatas 5:19-21, Pablo relaciona al menos quince “obras de la carne”.
Ninguna de éstas es buena o aceptable para Dios, porque la carne no es capaz de producir cosa alguna que Dios aceptaría. En Romanos 8:8 Pablo lo resume así:
Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Finalmente, en Gálatas 3:10, Pablo declara que la culminación de este proceso descendente es una maldición. Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición.
Así, por lógica del Espíritu Santo, Pablo analiza el problema de las iglesias en Galicia, que es también el problema de muchas iglesias contemporáneas.
Proviene de una engañosa influencia satánica que infiltra la iglesia y distrae la atención del pueblo de Dios de la única fuente de su gracia: “Jesucristo crucificado”. Pablo cataloga esta influencia como “hechicería” o “fascinación”.
Separados así de la fuente de la gracia, los cristianos inevitablemente degeneran en la carnalidad y el legalismo. El resultado final de este derivar descendente es una “maldición”. Ya se señaló – en el capítulo 6 – que los encantamientos y las maldiciones son los principales instrumentos de la hechicería.
De este modo, la verdad de Jeremías 17:5-6 es llevada al Nuevo Testamento, y encuentra su expresión en Gálatas 3:1-10. “confiar en las obras de la ley (legalismo)” y “hacer de la carne nuestra fuerza (carnalidad)” culminan en una maldición. Como resultado, el pueblo de Dios se encuentra viviendo “sequedades” y en “tierra despoblada”.
La carnalidad puede tomar muchas formas. Con frecuencia son obvias y no resultan atractivas para la gente con una visión religiosa. Algunos ejemplos típicos serían: impureza sexual o inmoralidad; lenguaje vulgar; gula o ebriedad; desmedida ambición personal; ira descontrolada u otras pasiones malvadas.
Lo que hace el legalismo especialmente peligroso es que resulta atractivo para los hombres y mujeres dedicadas y diligentes que no se dejarían entrampar fácilmente por los pecados obvios de la carne.
Sin embargo, en sus consecuencias finales, el legalismo es tan mortal como otros pecados menos “respetables”. Es el instrumento preferido de Satanás para desviar a los cristianos que de otra forma se convertirían en una seria amenaza para su reino. (Continúa parte 3)
Tomado del libro: Bendición o maldición: ¡Usted puede escoger!