De acuerdo con las Escrituras, mucho antes de la creación del hombre Dios creó una innumerable compañía de seres llamados ángeles.
Al igual que los hombres, ellos tienen personalidad, inteligencia y responsabilidad moral. La palabra «ángel» significa mensajero, cuando se refiere a una clase especial de seres; el término es usado a veces señalando a otros quiénes son los mensajeros, como sucede con los ángeles de las siete iglesias de Asia (Ap. 2 – 3), de donde se deduce que se refiere a hombres (Ap. 1:20; 2:1,8,12,18; 3:1, 7, 14), Y a veces el término se usa para mensajeros humanos (Lc. 7:24; Stg. 2:25).
También el término se aplica a los espíritus de los hombres que han muerto (Mt. 18:10; Hch. 12:15), pero cuando se usa de este modo no debe concluirse que los ángeles son los espíritus de los hombres o que los hombres al morir se convierten en ángeles.
Hay que entender que el término «mensajero» es un término general. De igual manera, el término «ángel» se aplica al Angel de Jehová refiriéndose a las apariciones de Cristo en el Antiguo Testamento en la forma de un ángel y como un mensajero de Dios a los hombres (Gn. 16:1-13; 21:17-19; 22:11-16).
Cuando no se usa con referencia a los hombres o Dios mismo, el término se refiere a un orden distinto de seres que, como el hombre, tienen responsabilidad moral y son siervos de Dios en la esfera moral.
Como el hombre, los ángeles, desde su creación, tienen una existencia eterna y son distintos de todos los otros seres creados. Ellos forman una parte prominente en el programa de Dios para las edades, y son mencionados más de cien veces en el Antiguo Testamento y con más frecuencia aún en el Nuevo Testamento.
Se deduce que los ángeles fueron creados todos simultáneamente y fueron un número considerable (He. 2:22; Ap. 5:11). Ellos tienen todos los elementos esenciales de la personalidad, incluyendo inteligencia, responsabilidad moral, voluntad y sensibilidad o emociones, y son capaces de adorar inteligentemente a Dios (Sal. 148:2). También son responsables de la calidad de su servicio y de sus elecciones morales.
Su naturaleza no incluye el cuerpo, a no ser que entendamos que ellos son cuerpos de un orden espiritual (1 Co. 15:44), aunque a veces ellos pueden ser vistos en cuerpos y aparecer como hombres (Mt. 28:3; Ap. 15:6; 18:1). No experimentan aumento en su número a través del nacimiento ni la experiencia física de la muerte o la cesación de la existencia. De este modo, en tanto que ellos son similares al hombre en personalidad, difieren del hombre en características muy importantes.