LA VOLUNTAD DE DIOS
1 Tesalonicenses 4:3-5. La voluntad de Dios es que sean santos, entonces aléjense de todo pecado sexual. Como resultado cada uno controlará su propio cuerpo y vivirá en santidad y honor, no en pasiones sensuales como viven los paganos, que no conocen a Dios ni sus caminos.
1 Tesalonicenses 5:16-18. Estén siempre alegres. Nunca dejen de orar. Sean agradecidos en toda circunstancia, pues esta es la voluntad de Dios para ustedes, los que pertenecen a Cristo Jesús.
Todo cristiano ha enfrentado este dilema: ¿cómo puedo conocer la voluntad de Dios para mi vida? ¿A cuál universidad debo ir? ¿Con quién me casaré? ¿Qué vocación debo seguir? ¿Dónde viviré? Y la lista de preguntas similares nunca termina.
Para empezar, debemos comprender que Dios se deleita en guiar a sus hijos. No debemos pensar que Dios nos presenta desde el cielo una serie de opciones y luego nos reta a escoger la correcta.
La voluntad de Dios no es un misterio envuelto en un enigma.
Más importante aún es el hecho de que la voluntad de Dios es primero y ante todo conocerle a Él y hacer lo que Él nos ha pedido. Y esta es la clave: si somos obedientes en lo que Dios ha revelado, Él tiene la obligación de guiarnos en asuntos que no ha revelado.
En otras palabras, la voluntad de Dios se presenta primeramente en las Escrituras como un caminar junto a Él. Conocerle es agradarle mediante nuestra devoción interior y obediencia personal. La dirección viene como resultado.
Vuelva a leer los versículos citados. Solo cuando seguimos estos mandamientos estamos preparados para buscar la voluntad de Dios en otros asuntos. Todos tenemos un «disco interno» que ponemos en nuestra mente y que presenta la vida que queremos: un matrimonio feliz, una casa hermosa, el reconocimiento y el lujo, una jubilación anticipada, todo lo cual tiene que ser entregado a Dios.
Nuestras ambiciones podrían cancelarse cuando con sinceridad estamos dispuestos a hacer cualquier cosa que Dios pide. No podemos decir: «Dios, dame por favor un anticipo de lo que tienes planeado para mi vida y así podré decidir si me gusta o no».
Cuando usted esté frente a una decisión importante, sopese sus prioridades. Tome una hoja de papel y escriba los pros y los contras, prestando atención especial a la forma en que esta decisión le afectará a usted, a su familia y su realización personal. Un trabajo con mayor salario no es necesariamente el que más le conviene. Muchas personas sacrifican lo que es más importante por lo que es menos importante.
De modo que necesita formularse preguntas difíciles, tales como: «¿Qué significa esta decisión para mi salud emocional y espiritual? ¿Cómo afectará a mi familia? ¿Supondrá transigir en mis convicciones personales? ¿Estoy haciendo esto solo para elevar mi estatus, o hay una razón más noble y eterna que me lleva a tomar esta decisión?».
Siempre que le sea posible, busque lo significativo antes que el éxito. D. L. Moody, el fundador de la iglesia en la que servimos, tenía la ambición de convertirse en el vendedor más exitoso de Chicago, pero Dios transformó la manera de pensar de Moody cuando oyó a un grupo de niñas de escuela dominical que oraban por su maestra agonizante. Moody dijo que el dinero nunca volvió a resultarle tentador.
Tuvo una visión más amplia, y eso le motivó a trabajar a favor de los niños pobres de Chicago. Finalmente, se convirtió en uno de los evangelistas más notables del mundo. Por supuesto, no estamos sugiriendo que alguno de nosotros deba intentar seguir sus pasos. Más bien queremos sugerir que es mejor preferir una vida significativa antes que exitosa, escoger aquello que tiene valor eterno.
Con esto en mente, he aquí una promesa que podemos reclamar: «Y que la paz que viene de Cristo gobierne en sus corazones. Pues, como miembros de un mismo cuerpo, ustedes son llamados a vivir en paz. Y sean siempre agradecidos» (Col. 3:15).
Esa palabra «gobierne» significa que la paz es como un árbitro que debe regir en nuestros corazones, felicitando o censurando lo que hacemos o nos disponemos a hacer. Al final del día, debemos estar convencidos de que lo que hacemos es lo correcto y está bien, y en armonía con lo que Dios quiere.
La paz de Dios determina el juicio de nuestro estilo de vida y de nuestras decisiones. En ocasiones se presenta lo que llamamos «una alerta en nuestro espíritu», es decir, un presentimiento de que estamos a punto de tomar el mal camino. Debemos prestar atención a este aviso del Espíritu Santo, especialmente si sospechamos que algo no está bien.
En todo creyente mora el Espíritu Santo, a quien contristamos cuando pecamos y tomamos caminos equivocados. Por el contrario, cuando obedecemos a Dios, el Espíritu nos comunica paz.
Muchas veces no podemos prever las consecuencias de nuestras decisiones, pero Dios sí puede. Y por esto es tan importante no solo consultar a Dios, sino también tener tal quietud en nuestro interior que una pequeña y suave voz pueda hablarnos cuando estamos a punto de cometer un error.
Todos hemos sentido cuando algo nubla una decisión que estamos a punto de tomar. Cuando esto sucede, he aprendido a retroceder y preguntar: ¿Qué estoy pasando por alto en esta decisión? Las mujeres suelen tener un sentido de intuición más agudo que los hombres. Cuando ellas sienten que algo no está bien, los esposos hacemos bien en escuchar y tener en cuenta lo que ellas tienen que decirnos.
Hay, por supuesto, un peligro en depender únicamente de la paz interior como guía. Las personas toman las decisiones más extrañas basándose en «la paz que sentían al respecto». Podemos convencernos a nosotros mismos de tener paz, podemos argumentar que tenemos paz, y en algún momento nuestras emociones al final siguen el camino en el que ha insistido nuestra mente. Los amigos sabios pueden ayudarnos a mantenernos en el camino correcto.
Algunas veces las circunstancias dictan lo que debe ser nuestro siguiente paso; o, a veces, las personas nos brindan dirección cuando nos comunican su sabiduría o nos ponen en contacto con otras que se vuelven parte de nuestra decisión. A menudo confluyen sucesos que nos llevan a la fuerte convicción de que Dios está organizando un escenario que nos introducirá a nuevas posibilidades.
Hemos descubierto que Dios nos ha guiado muchas veces sin que nos diéramos cuenta. Atravesamos una puerta de oportunidad que nos parecía razonable, y que condujo a su vez a otra puerta abierta, y luego, en retrospectiva, somos capaces de ver cuán importantes fueron aquellas simples decisiones iniciales.
Cuando nuestra prioridad es conocer a Dios, seremos capaces de tomar decisiones con más confianza y paz.
Reflexión y cambio personal
1. ¿Le ha costado descubrir la voluntad de Dios en decisiones importantes de su vida? Comente sus luchas y sus aciertos.
2. Si entendemos que la voluntad de Dios es ante todo conocer a Dios y hacer lo que nos pide, ¿cuál es la clave? ¿Cuán importante es que obedezcamos lo que nos ha sido revelado en las Escrituras?
3. ¿Cómo ha manejado en el pasado las decisiones importantes de la vida? Mire de nuevo lo que se dice en el capítulo acerca de sopesar las prioridades. ¿Cuáles son los pasos en este proceso? A partir de su experiencia, ¿puede agregar otros pasos que puedan ser de utilidad para otros?
4. Colosenses 3:15 nos da una promesa que podemos reclamar cuando andamos en la voluntad de Dios para nuestra vida. Mire con cuidado este pasaje. ¿Qué importancia tiene la palabra «gobernar»?
5. Además de la paz interior, ¿cuáles son otros indicadores divinos que podemos tener en cuenta para guiarnos en la toma de decisiones?
6. Versículos adicionales para memorizar: Filipenses 3:12-14; Colosenses 2:6-7.