LAS VIRTUDES DE JESUCRISTO
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9)
JESUCRISTO, el Hijo de Dios, Hombre Perfecto, nuestro Modelo de Vida, presentó en su vida las más excelentes virtudes, entre las que destacan las más preciadas por los cristianos: FE, PAZ, AMOR y ESPERANZA.
Él fue, como hombre, un ejemplo de FE, se sometió a la voluntad del Padre Celestial con completa humildad, sujetándose desde pequeño en obediencia y fidelidad a la autoridad de sus padres. Respetó a las autoridades civiles y religiosas cuanto se lo permitió su propia conciencia guiada por Dios, llegando a declarar: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
En su misión o ministerio actuó con plena responsabilidad. Fue un líder honesto. Su fortaleza ante la adversidad quedó en evidencia en su pasión y muerte en la cruz. La templanza fue probada cuando Satanás, durante el ayuno en el desierto, le tentó a comer, a buscar la fama y las riquezas del mundo y a hacer uso de Su Divino poder.
Asimismo fue perseverante hasta la muerte en lo que Dios Padre le encargó: salvar a la raza humana. De su fe da cuenta el libro de Hebreos, cuando dice “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:8,9)
Como hijo de Jehová-Shalom fue hombre de PAZ. El profeta Isaías le señala como Príncipe de Paz. Él no pecó, por tanto no necesitaba el perdón de Dios. Muy por el contrario, fue Él mismo quien perdonó a la adúltera diciéndole “Ni yo te condeno; vete y no peques más”; colgado del madero y viendo a la multitud pecadora, oró al Padre “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Él era libre de pecado y su naturaleza humana estaba plenamente reconciliada con Dios. Su alma estaba sana y libre de traumas, heridas, temores y complejos, como lo están la mayoría de los seres humanos pecadores. Vivía el perdón al prójimo pues comprendía y experimentaba la Gracia de Dios. En todo actuaba con buen juicio, con discernimiento y justicia, como lo atestiguan los Evangelios, podía perdonar al ladrón que mostró arrepentimiento, como la ira Divina con los cambistas del templo.
¡Y qué decir de Su gran AMOR! Esa es la característica principal de Su Persona. Puesto que Él es el resplandor de la gloria del Padre, la imagen misma de Su sustancia, como lo declara la Escritura, y “Dios es Amor”, muy propio es que toda su personalidad, hechos y pensamientos lleven ese sello.
Su Evangelio es un mensaje de Amor para la Humanidad. Tenía una profunda relación con el Padre; permanentemente se retiraba para estar con Él.
Su devoción a Dios se expresa en oraciones, alabanzas, ayunos, meditaciones y ofrendas. Así como amaba al Padre, también nos amó a nosotros.Ese amor al prójimo fue pleno.
de paciencia, bondad, humildad, delicadeza, altruismo, serenidad, jovialidad,compasión y magnanimidad. Y jamás dejó de comunicar el amor de Dios a su familia, amigos, pueblo y multitudes que le seguían. Lo hacía con Su testimonio y mediante la evangelización en palabras llenas de sabiduría y misericordia.
En cuanto a la virtud de ESPERANZA, Él la tenía puesta en Su Padre que, cumplida la misión de redención en la cruz, le resucitaría y así podría llevar a la Humanidad creyente por una eternidad a los cielos, a un Reino eterno.
Obviamente tenía algo más que los conocimientos básicos del Reino, puesto que estaba premunido de los dones de sabiduría, inteligencia, consejo y conocimiento, según el libro de Isaías (Isaías 11:1-5)y su convicción de liderazgo era absoluta. Él era y es el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, Cabeza de la Iglesia y Señor del Universo.
A este Dios-Hombre nos hemos acercado, un Dios que ha vivido y da ejemplo de virtud. Podemos confiar plenamente en Él que nos perdonará, aceptará y amará; que nos transformará a Su imagen y semejanza y nos llevará a Su Reino eterno, si nos arrepentimos de nuestros pecados y disponemos a ser Sus discípulos obedientes. Que el Señor nos ayude. Amén.
"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9)