Pondremos al descubierto una fuente de maldiciones totalmente diferente: los servidores de Satanás.
Las actitudes de los cristianos hacia Satanás varían entre dos extremos. Algunos totalmente hacen caso omiso de Satanás, y tratan de actuar como si no fuera real. Otros tienen miedo de él y le dan mucha más atención de la que merece. Entre esto dos extremos hay un equilibrio bíblico.
Satanás es un ser creado, un ángel rebelde, que fue expulsado del cielo de Dios. Gobierna sobre un reino espiritual de ángeles malignos y rebeldes, junto con espíritus malignos menores, a quienes se llama demonios.
El nombre Satanás significa “Adversario” u “oponente”. Es el inalterable e implacable enemigo de Dios y de su pueblo y sus propósitos. Se ha propuesto someter bajo su dominio a toda la humanidad y su táctica principal es el engaño, del cual él es un maestro. En Apocalipsis 12.9 se le describe como: El gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero.
Satanás ya ejerce dominio sobre la gran mayoría de la humanidad; todos los que están en actitud rebelde contra Dios. En efesios 2.2 se le describe como el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.
La mayor parte de éstos no tienen un cuadro claro de su condición real. Son llevados simplemente por doquier por fuerzas que no comprenden ni pueden controlar.
Entre ellos, sin embargo, hay quienes deliberadamente se han abierto a Satanás, aún cuando quizás no se hayan dado cuenta de su verdadera identidad. En persecución del poder y la ganancia material, se dedican a cultivar sistemáticamente las fuerzas sobrenaturales que Satanás ha cedido a ellos.
Estos servidores de Satanás son reconocidos en casi todas las culturas y se les ha dado muchos títulos diferentes: hechiceros, curanderos, mchaui, chamanes, “tojanga”, magos, brujos, sacerdotes o sacerdotisas de Satanás, etc. En casi todas las culturas tribales alrededor del mundo hay un nombre especial para esta clase de persona.
Jesús mismo es nuestra principal fuente de información en lo que respecta a Satanás. Cuando envió setenta discípulos a fin de preparar el camino ante él, ellos regresaron con gozo diciendo:
Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
A esto Jesús respondió: He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Lucas 10:17-19.
Jesús no negó que Satanás fuera real o que tuviese poder. Pero prometió a sus discípulos que la autoridad que él les confería les daría la victoria sobre el poder de Satanás y los protegería contra todos sus intentos de hacerles daño. Es importante que todos los servidores del Señor reconozcan la autoridad que él les ha dado y aprendan a ejercerla con efectividad.
Las maldiciones son una de las principales armas que los servidores de Satanás usan contra el pueblo de Dios. Esto es muy patente en la historia de Balac y Balaam en Números 22-24.
Balac era rey del territorio de Moab, al este del Jordán. En su viaje desde Egipto a Canaán, Israel había acampado en la frontera de Moab. Balac sintió amenazado su reino, pero carecía de la fuerza o el valor que se necesitaba para lanzar un ataque abierto contra Israel.
En cambio alquiló a Balaam para que pronunciara maldiciones sobre ellos, esperando que Israel quedara así debilitado al punto que Moab pudiera derrotarlo. Balaam era un “hechicero” famoso en toda la región, que pedía grandes honorarios por sus servicios.
Muchos cristianos hoy descartarían todo esto como “tonterías” supersticiosas, desprovistas de ningún poder real. La reacción de Dios, sin embargo, fue totalmente diferente. El consideró las maldiciones que Balaam podría pronunciar como una seria amenaza para Israel.
Por lo tanto, intervino, sobrenaturalmente y advirtió a Balaam que no aceptara la misión. Pero Balaam codiciaba las riquezas que Balac le había prometido. En su momento, sin embargo, cada vez que Balaam intentó pronunciar maldiciones sobre Israel, Dios intervino ¡y cambió en bendiciones las maldiciones que aquél se proponía pronunciar!
Después, en Deuteronomio 23:5, Moisés le recuerda a Israel este incidente como evidencia del amor de Dios por ellos: Mas no quiso Jehová tu Dios oír a Balaam; y Jehová tu Dios te convirtió la maldición en bendición, porque Jehová tu Dios te amaba.
Hace falta subrayar un hecho importante: Dios no consideró que las maldiciones que se proponía proferir Balaam fueran palabras huecas, sin poder. Las consideró como una grave amenaza para Israel, y por esta razón intervino personalmente para frustrar la intención de Balaam.
El tiempo no ha cambiado el punto vista de Dios. El no desoye o empequeñece las maldiciones dirigidas contra su pueblo por los servidores de Satanás. Por el contrario, como dijo Jesús, Dios reconoce el poder de Satanás, pero capacita a sus propios servidores con un poder superior.
La Biblia presenta varias descripciones de las actividades de los servidores de Satanás. Estas sirven de advertencia a los servidores de Dios, contra quien se dirigen a menudo estas actividades satánicas.
En Ezequiel 13:17-20, por ejemplo, Dios condena a ciertas profetisas o hechiceras falsas: Y tú, hijo de hombre, pon tu rostro sobre las hijas de tu pueblo que profetizan de su propio corazón, y profetiza contra ellas, y di: “Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de aquéllas que cosen vendas mágicas para todas las manos, y hacen velos mágicos para la cabeza de toda edad, para cazar las almas!
¿Habéis de cazar las almas de mi pueblo, para mantener así vuestra propia vida? ¿Y habéis de profanarme entre mi pueblo por puñados de cebada y por pedazos de pan, matando a las personas que no deben morir, y dando vida a las personas que no deben vivir, mintiendo a mi pueblo que escucha la mentira?”. “Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: “He aquí yo estoy contra vuestras vendas mágicas, con que cazáis las almas al vuelo”.
Algunos de los detalles no son claros, pero parece que estas mujeres desempeñaban el papel de hechiceras. Cualquiera que tenía una disputa con alguna otra persona las alquilaba para que se usaran sus artes mágicas contra aquella persona. Uno se sus métodos era poner encantamientos mágicos en las ropas de las personas. De este modo, “cazaban almas” y de verdad mataban personas inocentes. A cambio, les pagaban con puñados de cebada, o pedazos de pan.
Esta no es una acusación exagerada que recuerde la Edad Media. Es un cargo que el mismo Dios hace contra estas mujeres. Además, los servidores de Satanás han usado métodos similares con los mismos propósitos a través de los siglos y todavía los siguen usando hoy.
En 1979-1980, en la ciudad de Bath en el oeste de Inglaterra, los arqueólogos descubrieron las ruinas de un templo de la diosa Minerva que databa del período romano. Los sacerdotes de este templo tenían un ministerio similar al de las hechiceras en los días de Ezequiel. La gente que quería vengarse de alguien, empleaba a los sacerdotes para que escribieran una maldición pertinente contra aquella persona.
La escritura de la maldición requería habilidades especiales que sólo poseían los sacerdotes. Una vez que la maldición había sido escrita, se utilizaba alguna clase de ceremonia mágica para dirigirla contra la persona que era el blanco. Por todo esto, es claro, los sacerdotes recibían el pago correspondiente. También, los adoradores depositaban sus ofrendas votivas para la diosa dentro del manantial asociado con el templo.
Esta forma de usar las maldiciones y artes mágicas es todavía una parte familiar de la vida diaria en la mayoría de los pueblos del mundo, particularmente en Asia, África, Oceanía, América Central y América del Sur. El siguiente relato viene de un misionero amigo mío, quien ha vivido toda su vida en Zambia, en el África central, y está íntimamente familiarizado con las lenguas y las costumbres de la gente allí.
En una conferencia general de cristianos en nuestro distrito rural de Zambia, el Espíritu Santo, había hablado una fuerte palabra profética llamando a la iglesia a la santidad. Muchos cristianos sintieron convicción de pecado en sus vidas y se arrepintieron de veras, confesando su pecado, y pidiendo el perdón de Dios.
Después del culto, un anciano de una de nuestras iglesias en una de las aldeas más remotas se acercó al predicador llorando y temblando en todo su cuerpo, confesando el terrible pecado de asesinato por hechicería.
El anciano le contó que durante años él había estado peleando con otro anciano colega mayor que él. La situación se había tornado tan mala que él decidió castigarlo yéndose al hechicero local y pagándole para que maldijera al otro anciano. El hechicero lo hizo muy contento, especialmente porque sabía que se suponía que estos hombres eran cristianos. Pidió que le entregara un elevado pago inicial y le dijo que volviera al día siguiente.
Cuando regresó, el anciano encontró al hechicero sentado bajo un árbol con un espejo en su mano y un pote con una poción de brujería en la tierra delante de él. El hechicero entonces procedió a mojar todo el espejo con la poción, y pidió al anciano que mirara con cuidado en el espejo y le dijera lo que viese.
Asombrado, el anciano vio el rostro de su compañero anciano muy claramente. En ese momento, el hechicero tomó una navaja y cortó el cuello del rostro que se reflejaba en el espejo. Inmediatamente el espejo se cubrió de sangre.
El anciano gritó: “¡Lo mataste! Yo sólo te pedí que lo maldijeras”. El hechicero replicó riéndose: ¡Creí que era mejor hacer el trabajo debidamente mientras estaba en ello!”
El anciano corrió a su hogar. Horrorizado se enteró de que su compañero anciano estaba realmente muerto, después de sufrir súbitamente una hemorragia misteriosa. El anciano estaba aterrorizado por las consecuencias de su acto, así que lo mantuvo callado hasta que el Espíritu Santo lo convenció poderosamente de su pecado.
Afortunadamente para él, “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”. Mediante la confesión, el arrepentimiento y la fe en Jesucristo, el hombre no sólo alcanzó el perdón y la paz con Dios, sino la realidad del nuevo nacimiento.
Algunos lectores de occidente pudieran descartar todo esto como prácticas primitivas y supersticiosas del “Continente negro”. Pero la verdad es que incluso en las naciones más civilizadas, las prácticas ocultistas, que habían estado decayendo, otra vez están haciendo tremendos avances.
En Alemania Occidental, por ejemplo, muchos hombres de negocios, que nunca buscarían asesoramiento de un ministro cristiano, consultan regularmente a un adivino con respecto a sus tratos comerciales. (Continúa parte 2)
Tomado del libro: Bendición o Maldición ¡Usted puede escoger!