Hechos 15.8-9; Hebreos 10.22, 35-35; 1 Corintios 15.57
6. La aceptación del don del Espíritu. Recuerda: aceptación del don del Espíritu, del Espíritu Santo mismo, no de una de sus bendiciones.
No te satisfagas con las bendiciones; procura la Fuente de todas las bendiciones. Las bendiciones vienen y se van: “El habitará con vosotros para siempre”. Tu elección es permanente al resolver una transacción permanente con el Compañero y Maestro permanente.
Recuerda. El Espíritu es un don. “Recibiréis el don del Espíritu Santo”. “Gracias sean dadas a Dios que nos dio la victoria. “Cuánto más dará vuestro Padre celestial a quienes le pidieren”.
Tú no puedes ser digno de su presencia ni ganar el derecho para ello. Una sola cosa puedes hacer: aceptar humildemente el don. Habiéndote entregado, tienes derecho a recibir el Espíritu.
Ahora repite esto: “El viene, El viene, lo dejo venir. Con el corazón abierto, le doy la bienvenida y le agradezco que haya venido”. Ya está: Nos pertenecemos el uno al otro para siempre”. Cierra así el eterno trato.
Su venida puede ser tan apacible como la caída del rocío: un sentido nuevo de que no estás solo; pero también puede llegar en forma tormentosa. Prepárate para darle la bienvenida, pero no intentes indicarle la manera cómo ha de llegar. Hay una razón para la forma particular en que llegue.
7. Si sientes el impulso de comunicar su venida a otros; siéntete en libertad para hacerlo. No te estás vanagloriando; lo que haces es sencillamente comunicarles la llegada del don inefable.
Nada te pertenece por completo hasta que haces a otros partícipes de lo tienes.
8. Haz que tu sumisión y tu aceptación sean una cosa definitiva y constante. La sumisión matrimonial tiene lugar una sola vez y, sin embargo, es diaria. Pablo pudo decir: “Con Cristo estoy crucificado”, y sin embargo, “muero cada día”.
“Cualquiera que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed”. “Bebiere” en el original griego quiere decir, “de una vez para siempre”, y sin embargo, “sigue bebiendo”. Esta sumisión es un acto consumado; sin embargo, nunca termina. Es final y se sigue extendiendo.
Oh Espíritu de Dios, he dicho un sí que cubre todo y sin embargo cuántos síes hay en ese si central y último. Permíteme vivir en un estado de voluntad positiva y a la vez tener la fuerza suficiente para decir “no” a la más leve seducción. Por Cristo Jesús. Amén.
Tomado del libro: Vida en Abundancia