SIN ARREPENTIMIENTO NO HAY RECONCILIACIÓN
"Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan"
Hechos 17:30
Esta frase es parte del discurso que el apóstol San Pablo pronuncia en el Areópago ante algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos. Los epicúreos eran seguidores del filósofo griego Epicuro de Samos, el cual fundó una escuela llamada "El Jardín". Pensaban que el objetivo de la vida del ser humano es el placer y que liberándose de los miedos a los dioses, a la muerte y al destino, se podría disfrutar de la vida.
Los estoicos eran seguidores de Zenón de Citio y se llamaban así por la palabra griega, ????, pórtico, que era el lugar donde él enseñaba. Creían en el valor de la razón, al proponer que las emociones destructivas son el resultado de errores en nuestra manera de ver el mundo y practicaban el autodominio para permanecer resueltos, fuertes y en control de toda situación.
Como buenos filósofos, amantes de la sabiduría (la palabra Filosofía significa "amor por la sabiduría") inquirieron a Pablo: "¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas?"
Frente a pensadores de tal calibre, el Apóstol planteó un pensamiento radical: "Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan"
No importa la filosofía de vida que tengan los hombres, si en ese pensamiento no está Dios en primer lugar es que viven en ignorancia. Los filósofos podían tener ideas muy interesantes acerca de la vida, el ser humano y la naturaleza, pero eran unos ignorantes espirituales.
Dios existe, es el Creador del universo, tiene absoluto poder sobre Sus criaturas y con autoridad ordena a todo ser humano que se arrepienta de su pecado, que cambie su actitud soberbia y comience con humildad a considerar a Dios como su Señor y que reconozca a Jesucristo como el único Salvador de su alma, para salvarse de la condenación eterna.
No hay diferencia entre los seres humanos desde el punto de vista de Dios, sean judíos o gentiles, negros o blancos, hombres o mujeres, filósofos o ignorantes. Todos estamos bajo la maldición del pecado y debemos arrepentirnos para reconciliarnos con Dios Padre por medio de Jesucristo.