1 Corintios 13
1. Contempla tu vida en su integridad. ¿Qué clase de vida es? ¿Me encuentro en equilibrio? ¿He crecido desnivelado? ¿Cuál es la impresión general que les causo a los demás? ¿En qué es lo que piensan cuando piensan en mí?
2. Después de ver tu vida en su totalidad examina cada uno de sus detalles. Examina tus virtudes y ve si siguen siendo virtudes. ¿Se ha convertido en debilidad tu humildad? ¿Tu fuerza se ha tornado testarudez? ¿Tus actividades externas no están en proporción con tu piadosa vida de oración? ¿Te has convertido más en un receptor que un dador? ¿Tu rectitud se ha hecho rígida y rutinaria?
3. Serénate, destruye todas las barreras y deja que Cristo recorra tu vida para que te señale lo que necesita corrección. Lo natural será que pretendas defenderte y defender tus virtudes. No lo hagas. Deja que El emita su juicio. Acepta su veredicto. No pretendas modificarlo.
4. Pon tus virtudes en Sus manos para que El las corrija. Es necesario someter nuestras bondades a El de la misma manera que nuestras imperfecciones. El convertirá todas nuestras imperfecciones en bondad y todas nuestras bondades en excelsitud, y cuanto haya de excelso en nosotros, en ideal.
5. Siéntate con algún amigo sincero y honrado, para estudiar en su compañía tu vida. El puede ver lo que no puedes ver tú. Cada quien tiene prejuicios en su favor. De una reunión semejante puedes obtener resultados que no imaginas.
No intentes arreglar tus virtudes en forma precipitada. Pon tus ojos en Cristo; porque uno llega a obrar en la misma forma que aquello que está uno acostumbrado a contemplar
6. Después de pensar en ti, dirige tu mirada hacia Cristo. No intentes arreglar tus virtudes en forma precipitada. Pon tus ojos en Cristo; porque uno llega a obrar en la misma forma que aquello que está uno acostumbrado a contemplar. Las virtudes en él son perfectas. Haz de Cristo, no de tu propio “yo” el centro, hasta cuando tratas de equilibrar virtudes.
Oh Cristo mío, veo en Ti al hombre perfecto y quiero ser como Tú, lo que no podré conseguir si me atengo a mis débiles esfuerzos. Contigo todo lo puedo hacer. Tú eres dueño de mí y aun de mis virtudes desequilibradas. Modélame hasta alcanzar la estatura debida. Amén.
Tomado del libro: Vida en Abundancia