Cierta madre no quería que su hija se casara, era egoísta, no quería dejar de seguir gozando de los cuidados de su hija. Esta esperó por darle el gusto a la madre hasta los 35 años de edad.
El día de su casamiento, esta última se desmayó. Victima de su contrariedad, padeció diversos achaques; pero habiendo enfermado su esposo, tuvo que dedicarse a atenderlo y, absorbida por estas atenciones, se olvidó de la hija, desaparecieron sus achaques y ahora goza de una salud radiante.
Trasmutó la base de sus relaciones con su mundo exterior que era la base de su propio interés, en el interés por los demás, y, haciéndose útil a los demás, recuperó su salud.
Al orar, enseñemos a Dios nuestros defectos para que los corrija. Nos dolerá cuando El ponga su mano sobre ellos, pero nos hará bien.
Si Dios no nos acusa de nada en nuestro recogimiento, quiere decir que no ha encontrado nada y entonces ya estamos listos para una comunión. Sin embargo, entonces surge una dificultad. Cuando comenzamos a entrar en comunión positiva con Dios nuestra mente debe a vagar.
Esto inquieta a muchos. No debe inquietarnos. Supongamos que nuestra mente empieza a vagar; pues, entonces lo que hay que hacer es convertir lo que hace vagar nuestra mente en el medio por el cual nos pongamos en comunión con Dios.