Mucha gente se imagina a Dios como un policía cósmico parado en medio de las galaxias y dirigiendo el tránsito.
«¡Oye tú! Te estás divirtiendo mucho, ¿verdad? ¡Pues ya párale!»
«Y tú. Sí, tú, el del video. ¿Qué clasificación tiene? ¿Es para adultos? Conque sí, ¿eh? ¡Pues está decomisado! Dámelo acá».
«¿Y quiénes son esos dos en la esquina que parecen unos gemelos siameses? ¿Cindy y Roberto? Debí imaginármelo. Ya basta, esto se acabó. Por lo menos mientras yo sea el patrullero».
Dios. El aguafiestas cósmico. Lo único que queremos es divertirnos un poco y Él quiere echarlo todo a perder.
Y, por el contrario, nos imaginamos al diablo como un duendecillo al que le encanta la diversión. El comediante Flip Wilson popularizó la frase: «El diablo me obligó a hacerlo», como si el diablo fuera un «gran chico» que solamente nos quiere ayudar a divertirnos.
Esa es una mentira.
Al diablo no le importa si tú te diviertes o no. Él te odia. Lo único que quiere es acabar contigo. Pedro dice que el diablo siempre está buscando «a quién devorar».
En Tierra Santa un guía de turistas le dijo a su grupo: «Probablemente ustedes están acostumbrados a ver a los pastores detrás de los rebaños arreando a las ovejas. Pero en la Palestina las cosas son diferentes, el pastor va al frente del rebaño guiando a las ovejas».