Ahora vamos a considerar el arte sutil de sentirse estúpido. La mayoría hemos llegado a ser muy hábiles en esto. En realidad, a veces pareciera como que la vida está intencionalmente desafiada para despojarnos de la dignidad y hacernos parecer ridículos.
Mi amigo Matías seguramente está de acuerdo. Cuando era un estudiante universitario tuvo una de esas pequeñas e inesperadas experiencias que hacen a una persona sentirse como tonta. A la hora del almuerzo estaba en el recinto universitario y decidió comer algo rápido al aire libre.
Fue al restaurante, compró una hamburguesa, papas fritas y un batido de chocolate. Llevaba su almuerzo, además de su portafolios, unos papeles y un par de libros, y se fue caminando en busca de un lugar donde almorzar, pero todas las mesas estaban ocupadas, y en ninguna parte había un sitio donde acomodarse.
Se quedó allí, de pie, observando a los otros estudiantes que sentados a las mesas comían y charlaban tranquilamente. Mientras esperaba que alguien decidiera irse, el aroma de la comida lo estaba matando de hambre.
Entonces se inclinó para sorber un poco del batido de chocolate que llevaba. Pero en vez de ponerse la pajita en la boca, se la puso adentro de la nariz. La reacción natural hubiera sido bajar el vaso con chocolate y levantar la cabeza.
Eso fue lo que precisamente Matías hizo, pero resultó ser un gran error. La pajita se quedó metida en su nariz y se salió del vaso de chocolate. Y él en ese momento no tenía una mano libre para ayudarse. Allí estaba Matías, enfrente de cientos de sus compañeros, con una pajita colgándole de la nariz y el batido de chocolate chorreándole por los pantalones.
Fue solo un instante y algo que nadie más recordará, excepto Matías. Él nunca lo olvidará. ¿Por qué? Porque le hizo sentirse como un verdadero tonto. ¿Has estado tú alguna vez en una situación parecida?
Tan dolorosas circunstancias como esas, son casi universales en la experiencia humana. En una ocasión o en otra, todos hemos estado allí. Mark Twain dice que los seres humanos son los únicos animales conocidos que se ruborizan, o necesitan hacerlo.
Si tuviera que elegir una sola palabra para describir nuestro sistema emocional, esta sería "vulnerable".
De esa manera fuimos creados. Si tuviera que elegir una sola palabra para describir nuestro sistema emocional, esta sería "vulnerable".
Somos extremadamente susceptibles en nuestras relaciones con los demás o con cualquier cosa que pudiera humillarnos. Nos avergonzamos fácilmente. Somos heridos con mucha facilidad. Nos enojamos en un segundo. Nos preocupamos por cualquier cosa. Y a menudo fracasamos en los momentos más inoportunos.
Intencionadamente, Dios nos hizo vulnerables y sensibles. Para Él hubiera sido también fácil habernos diseñado con características enteramente diferentes. Pudiera habernos dado la resistencia de los búfalos, la independencia de los tigres y la agresividad de los leones.
Esa es, precisamente, la forma en que nos gustaría ser. Pero la Escritura nos cuenta una historia diferente. El Señor nos ve –¿estás listo para escucharlo?– como una oveja. No es muy halagüeño, pero es lo que leemos en una docena de referencias bíblicas.
Por ejemplo: "Reconoced que Jehová es Dios. Él nos hizo y ( ... ) somos ( ... ) 1as ovejas de su prado" (Salmo 100:3). "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino" (Isaías 53:6). "Y al ver [Jesús] las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor" (Mateo 9:36). "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen" (Juan 10:27).
Las ovejas de los pastos del Señor
¿Cuáles son las características que el Señor ve en ti y en mí que nos compara con la oveja? ¿Qué está de veras diciendo, cuando se refiere a nosotros en esa forma? Bien: los pastores y rancheros nos dicen que estos animales son virtualmente indefensos contra los animales de rapiña, no tienen astucia, son proclives a seguirse el uno al otro hacia el peligro y, para su seguridad, dependen del cuidado del hombre, que es el dueño.
También tienen la tendencia de llevarse unos a otros a situaciones de peligro. Por eso, cuando Isaías escribió: "Todos nosotros, nos descarriamos como ovejas" se refería a nuestra tendencia, como rebaños irreflexivos, a irnos lejos del atento cuidado del Pastor.
Ese instinto común de seguir a los demás
Hay una notable similitud entre las ovejas que se extravían fácilmente y los adolescentes que sucumben a las mortales presiones de los demás jóvenes. Se inyectan heroína, aspiran crack, se involucran en prácticas sexuales peligrosas, conducen borrachos y se disparan los unos a los otros con armas automáticas.
¿Pero por qué hacen todas esas cosas tan destructivas? ¿Acaso no tienen ningún interés en sus propias vidas y en el futuro que están arriesgando? A la mayoría de ellos sí le importa. Pero la presión a someterse –a seguir a sus líderes– es aun más fuerte que su necesidad de seguridad y bienestar. Los adultos tienen el mismo problema. Como lo señala la palabra, todos nosotros nos extraviamos como ovejas.
¿Por qué encontramos ese instinto irresistible de seguir a los demás en nuestra personalidad? Porque es controlado por la necesidad muy poderosa del amor, sentido de pertenencia y de aceptación.
Esta es la forma en que fuimos creados: vulnerables, necesitados y muy dependientes los unos de los otros. Por supuesto que algunos son más sensibles que otros, especialmente en los primeros años de la niñez. Aún durante la etapa preescolar, tú puedes ver esta fuerza poderosa cómo influencia la conducta.
La presión a someterse es aún más fuerte que la necesidad de seguridad y bienestar. Esta es la forma en que fuimos creados: vulnerables, necesitados y muy dependientes los unos de los otros.
Millones de jovencitas han descubierto ese mismo principio cuando sus amigos les han dicho: "Si realmente me amas, debes acostarte conmigo". Por no querer ser rechazadas, entregan el más precioso e íntimo regalo, solo para ver cómo ellos se van, y las dejan solas y abatidas, junto a la cerca.
Bueno, vamos a tratar de hacer este tema un poco más concreto. Cuando cientos de experiencias dolorosas como esta ocurren en la infancia, son seguidas por una adolescencia tormentosa, puede ocurrir una "crisis de confianza" a medida que nos acercamos a la década crítica. Esto de alguna manera interferirá con cualquier cosa que tratemos de hacer.
Crisis de confianza
¿Crees firmemente que puedes confiar en tus habilidades, para enfrentarte con el más grande desafío de la vida? Tus inseguridades y dudas se trasladarán directamente a las actitudes de tus compañeros.
Por favor entiende que no sugiero que desarrolles una actitud de autoimportancia, independencia y arrogancia. Ni siquiera hablo de autoestima, como a menudo se interpreta. Aquí hablamos de la paz interna que viene por saber que tú eres hijo de Dios y que puedes, con su ayuda, hacer cualquier cosa que Él te pida. Es creer en tu valor como ser humano. Es, en una palabra, confianza.
Permíteme concluir esta parte ofreciéndote dos conceptos que deben ayudarte.
1 . Hemos hablado indirectamente, de una pequeña voz muy adentro del espíritu humano que nos dice a cada uno de nosotros: "Eres un tonto. Nadie te quiere, y por una buena razón. Eres un perdedor.
Fracasas cada vez que tratas de hacer algo. Cualquier otro está hecho del material correcto, pero tú eres diferente. Nadie puede amarte. Ni Dios se preocupa por ti".
Estoy aquí para decirte que el dueño de esa "pequeña voz" se llama "el padre de las mentiras" (Juan 8:44). Su propósito es engañar, destruir y desmoralizar. Y su mejor arma contra nosotros es crear una guerra interna que nos despedace desde adentro.
Es algo desafortunado que muchos de nosotros cooperamos con Satanás en sus esfuerzos para deprimirnos. La ex primera dama Eleanor Roosevelt dijo en una ocasión que nadie puede hacer un tonto de ti, si no es con tu permiso. Y tenía razón. A menudo nos constituimos en nuestros peores enemigos cuando socavamos nuestra confianza.
2. Juntos, tú y Dios, son una mayoría. Recuerdo a un novato de la NBA que jugaba en el equipo de los Chicago Bulls en los mejores tiempos de la superestrella Michael Jordan. Durante un partido, Jordan jugó de una forma extraordinaria, hizo sesenta y ocho puntos.
El novato permaneció en la banca de reservas hasta el último minuto del partido. Entonces el entrenador se compadeció y lo mandó a la cancha. En los segundos finales del juego, hizo un punto. Cuando lo entrevistaron después del juego se veía que estaba muy orgulloso de sí mismo. Dijo: "Entre Michael Jordan y yo hicimos sesenta y nueve puntos".
Y así es en nuestra relación con el Señor.
Somos novatos jugando con el experto. Con tal que Él bendiga nuestro escaso talento, es lo suficiente para alcanzar el triunfo. Alguien compuso hace algunos años una canción que captó esta idea. Se titulaba: "Poco es mucho si Dios está allí".
El escritor decía que nuestras incapacidades no tienen importancia si el Señor decide añadir su bendición. El énfasis ha estado siempre en la fortaleza del Señor, no en nuestros logros.
Tomado del libro: Frente a la vida, de James Dobson, Editorial Betania.