LA PARADOJA DEL QUIZÁ
Es alentador encontrar otro personaje del Antiguo Testamento que también superó sus temores y escogió la audacia en medio de una seria incertidumbre.
En 1 Samuel 13–14, leemos que el ejército del rey Saúl estaba atascado del lado perdedor en un enfrentamiento contra los filisteos. Aparentemente, las tropas de Saúl habían pasado la mayor parte de su tiempo buscando mejores cuevas donde esconderse (13:6).
Finalmente Jonatán, el hijo del rey, se irritó tanto a causa del temor y la pasividad de sus compañeros guerreros que decidió hacer un valiente movimiento. Apremió a su escudero para que se uniera a él en una incursión de comando en pareja. Su plan de batalla era potencialmente inspirado por Dios… y un poco ridículo.
Ambos jóvenes se acercarían abiertamente al puesto enemigo. Si obtenían una señal afirmativa de Dios, atacarían. Superados en número. Superados en hombres. Sin recursos suficientes. Una misión casi suicida. Pero si Dios estaba con ellos, calculó Jonatán, nada podría detenerlos. Todo lo que tenía que hacer era persuadir a su guardaespaldas.
Este es un extracto de su discurso motivador: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos. (14:6) ¿No estaba Jonatán siendo absolutamente contradictorio?
Sé que Dios es capaz de hacer cualquier cosa. Por otro lado, pienso que Él estaría dispuesto a hacer esto específico.
Si usted quisiera convencerme de unirme a una iniciativa así de peligrosa, querría que dijera un poco más que «quizá haga algo Jehová por nosotros». ¿Quizá? ¿Quizá? Jonatán parecía estar contradiciendo su propio discurso. En un respiro comunicaba dos posiciones opuestas:
«Nada puede detener al Señor». «Quizá el Señor haga algo». A primera vista, parece esquizofrenia espiritual. Pero quizá Jonatán no era esquizofrénico. Quizá la verdadera fe se siente siempre de esta manera. Por un lado, sé que Dios es capaz de hacer cualquier cosa. Por otro lado, pienso que Él estaría dispuesto a hacer esto específico. Sé que Dios puede.
Y estoy casi seguro de que lo hará. Pero no puedo estar del todo seguro. Ahí es donde entra en acción la fe audaz. La audacia no es la ausencia de incertidumbre y ambigüedad. La audacia es creer que la promesa de Dios es más grande que mi quizá.
Steve Furtick
Libro Sol Detente
Editorial Unilit