Filipenses 4.5, 8-9; Santiago 1.3-4, 19, 22; 2.20.
El versículo 10 de Efesios 2 podría traducirse así: “Nosotros somos el poema de Dios”. Siendo esto así, el poema debe tener ritmo: las virtudes tienen que armonizar por su proporción justa.
Por ejemplo, si nuestra tendencia es depender de nosotros exclusivamente para todo, somos débiles. Si para todo queremos siempre depender absolutamente de Dios, también somos débiles.
Pero cuando dependemos de Dios y de nosotros en forma simultánea y justa, a un mismo tiempo, de tal modo que en el fondo parezca que dependemos en todo de nosotros y a la vez en todo de Dios, entonces nos hallamos dentro del ritmo apropiado: “receptividad y respuesta”, “receptividad y respuesta”, latidos alternados de un solo corazón.
Nuestra virtud firmeza se puede convertir en vicio y ser entonces testarudez. Un ministro decía: “Yo soy porfiado y a esto le llamo convicción”.
Los senadores norteamericanos se trasladan a la Cámara por medio de un trencito subterráneo que va y viene por una misma vía.
Pensando en eso le dije a un amigo mío: “Ahora me explico por qué los senadores tienen un solo modo de pensar: siempre viajan por una misma vía”.
Hablando seriamente, muchos de nosotros somos así: tenemos una idea y nos aferramos a ella. Las convicciones más firmes pueden convertirse en opiniones testarudas.
Un teólogo escocés declaró: “Dios me conceda siempre estar en lo justo; porque yo no cambio nunca”. La persona que siempre tiene razón y nunca cambia, está equivocada.
Uno puede llegar a ser tan recto, que se convierta en intratable, o tan amoroso que degenere en sentimental. Ser rectamente amoroso o amorosamente recto es lo apropiado.
La sensibilidad, cuando tiene sus raíces en el egoísmo, se convierte en irritabilidad; pero la sensibilidad que tiene su origen en el pensamiento en pro de los demás, es vida.
Podemos hacer hincapié en lo material o en lo espiritual, y hacerlo vicio: el materialista o el espiritualista absolutos son personalidades incompletas. El que pone su espiritualidad en sus relaciones materiales es fuerte en realidad.
Uno puede llegar a ser tan recto, que se convierta en intratable, o tan amoroso que degenere en sentimental. Ser rectamente amoroso o amorosamente recto es lo apropiado.
Consideramos cojo al que tiene una pierna más larga que la otra. De la misma manera podemos considerar como cojo moralmente a quien tiene alguna cualidad en desproporción con las demás.
Oh Jesús mío, en Ti vemos al Hombre perfecto, tus virtudes se encuentran tan perfectamente equilibradas que se mezclan. Tú eres todo lo que nosotros quisiéramos ser.
Tómanos en tus manos y púlenos, amóldanos. Quítanos algo de aquí, y agréganos algo allá. Ayúdanos a alcanzar tu estatura. Amén.
Tomado del libro: Vida en Abundancia