Pilato y Jesús. Marcos 15:1-15
Pueden bramar las olas del mar mundanal, Mas calmo está el azul del cielo eternal.
La vida y el carácter de Jesús son como el calmado azul del cielo en comparación con este mundo agitado de turbados espíritus humanos. La calma de Jesús en presencia del excitado y aturdido Pilato está llena de profundo significado. Un testimonio de la majestad de la verdad.
Los hombres pequeños son inquietos. «Las aguas calmadas van hondo». El trato que hace Pilato de Jesús constituye un ejemplo de cómo las multitudes de hoy tratan el Evangelio de Cristo. Obsérvese que:
I. Le entregaron a Jesús a él. Lo entregaron a Pilato. Ahora tenía Pilato la oportunidad de Pilato de justificarse justificando a Jesús. Cuando se predica el Evangelio en el poder del Espíritu es como si se hiciera una entrega de Jesús para la aceptación o rechazo de parte del oyente. ¿Cuántas veces te ha sido presentado a ti? ¡Qué solemne privilegio!
Cuando Jesús no respondió nada a las muchas cosas de que era acusado, Pilato se asombró
II. Determina su carácter. «Y Pilato le interrogó: ¿Eres Tú el rey de los judíos? Él le respondió, diciendo: Así es, como tú dices» (v. 2). «Yo para esto he nacido» (Jn. 18:37). Él tiene el mismo testimonio de Cristo en cuanto a su carácter regio, aunque carecía de reputación.
Tú que oyes el evangelio, tú conoces las demandas de Jesús; estás familiarizado también con su pobreza y su dignidad; sí, más aún, con su muerte y resurrección, con su poder para salvar y guardar.
III. Se asombra de Él. Cuando Jesús no respondió nada a las muchas cosas de que era acusado, Pilato se asombró. Aquel cuyo nombre es Maravilloso tiene que ser, a su manera, maravilloso para muchos.
La silenciosa sumisión de Jesús a tales falsas acusaciones (porque él sabía que por envidia ellos lo habían entregado) fue una revelación. Tú que oyes el evangelio, ¿nunca has sido llevado a maravillarte de la singularidad de su carácter, de la profundidad de su enseñanza, o de las riquezas de su gracia?
IV. Se sintió inclinado a favorecerlo. No encontró falta alguna en Él, y se sintió dispuesto a liberarlo. Oyente del Evangelio, tú tienes que confesar que no encuentras ningún fallo en Jesús.
¿No te dicen tus más íntimas convicciones que Él es la Verdad? ¿No te has sentido en ocasiones inclinado a creer en Él, y a liberarlo confesándolo ante los hombres? ¿No te ha sucedido a ti también como a la mujer de Pilato, que has «padecido mucho por causa de Él»? V. Somete su voluntad a la del pueblo acerca de Él.
«Pilato… les decía: ¿Qué haré, pues, con el que llamáis Rey de los judíos? (v. 12). Su espíritu vacilante se inclinaba a tratar con Jesús según la variable y perversa voluntad de la multitud.
Tú que oyes el Evangelio, ¿estás tratando a Cristo según tus mejores convicciones, o solo de la manera que complazca a un mundo que aborrece a Cristo? ¿Debe la voluntad de los impíos ser tu guía en cuanto a qué harás con Jesús? Si juzgas a Cristo mediante las opiniones de sus enemigos, te harás verdaderamente culpable de la Sangre del Hijo de Dios.
VI. Pone en cuestión la justicia del juicio de ellos acerca de Jesús. Ellos volvieron a gritar: ¡Crucifícale! Pero Pilato les decía: Pues, ¿qué mal ha hecho?. Los sacerdotes con pretensión de justicia y un pueblo voluntariosamente ignorante y lleno de prejuicios no tienen necesidad de Cristo, y nada para Él más que la cruz.
Tú que oyes el Evangelio, ¿no has pensado que fue una injusticia y una gran maldad echar y crucificar al gentil y humilde Jesús? Sin embargo, rehusando recibirle lo estás echando deliberadamente de tu vida, y virtualmente diciendo, con tu incredulidad, Fuera, fuera, no quiero que este hombre reine sobre mí.
VII. Le azotó (v. 15). Las crueles correas, terminadas en fragmentos de hueso y plomo, en manos de un pagano, araron su espalda e hicieron profundos surcos, poniendo al descubierto sus mismos huesos. Pero no encontró falta alguna en aquel Hombre.
Tú que oyes el Evangelio, ¿estás tú azotando su alma, que tú sabes intachable, por tu amor al mundo, tu indiferencia a su Sangre derramada, y tu mala disposición a someterte a Él?
VIII. Lo entregó para que fuera crucificado. Pilato, resolviendo dar satisfacción a la multitud, entregó a Jesús. Lo entregó como uno que no quería tener nada más que ver con Él. Pero Pilato se encontrará con Él ante otro tribunal.
Tú que oyes el Evangelio, Jesús ha sido entregado por Dios por ti, y en su Palabra a ti. ¿Estás tú, como Pilato, ansioso de librarte de Él, o como María, ansioso de tenerlo? Pilato, con todos sus grandes privilegios al tener a Jesús ante él, no aprovechó nada, sino que aumentó su propia culpa. ¿De qué te han aprovechado las muchas similares que has tenido? ¿Qué haréis de Cristo?