ll P. 1.5; Gálatas 5.22-23; Efesios 6.13-17.
Puede uno estar lleno de virtudes y, sin embargo, éstas pueden estar fuera de proporción, no equilibradas por virtudes opuestas, dejando de ser virtudes para convertirse en vicios.
El doctor Frank Salden dice: “El cuerpo tiene ritmo; pero si ese ritmo se trastorna, ocurren trastornos funcionales que pueden afectar la estructura”. Y así como hay ritmo en el cuerpo, también hay ritmo en las virtudes.
Si este ritmo se interrumpe cuando se hace demasiado hincapié en alguna o algunas de las virtudes, entonces ocurre un trastorno en la vida espiritual, que puede convertirse en una enfermedad del espíritu.
Cuando dijo un filósofo: “Ningún hombre es fuerte si no acusa en su carácter antítesis perfectamente ostensibles”, quiso decir que cada virtud debe mantenerse en tensión por su virtud opuesta. Precisamente en esa tensión entre virtudes radica la fuerza.
Las virtudes equilibradas pueden clasificarse como sigue: pasiva-militante; esfuerzo propio-dependencia de dios; renuncia al mundo-participación en el mundo; introversiva-extroversiva; mística-práctica; ser-hacer; amor-ley; personal-social; libertad-ley; artístico-artesano; abnegación-autoafirmación; humildad-poderío; amor propio-amor al prójimo. Muchas más pueden añadirse, por ejemplo las virtudes femeninas y las masculinas.
Es fácil que el entusiasmo se convierta en fanatismo, el celo en histeria, la integridad en implacabilidad y la economía en tacañería
Supongamos que nada más tenemos desarrollado un aspecto de esas virtudes: entonces seremos débiles. El hombre verdaderamente fuerte es militantemente-pasivo y pasivamente-militante: ambos aspectos mezclados perfecta y simultáneamente. Esa mezcla de lo militante y lo pasivo se encuentra en forma perfecta en Cristo.
“Es fácil que el entusiasmo se convierta en fanatismo, el celo en histeria, la integridad en implacabilidad y la economía en tacañería”.
Oh, mi Jesús, tú que eres perfectamente sereno y armonioso, ayúdame a enderezar mis virtudes de tal manera que se encuentren en equilibrio justo. Haz que mis virtudes, que por efecto de su desproporción se han convertido en vicios, vuelvan a su justo lugar para que tengan fuerza. Salva mis virtudes. Por tu nombre. Amén.
Tomado del libro: Vida en Abundancia