
El Espíritu Santo
Un segundo método empleado por Dios para hablarnos hoy en día es por medio del Espíritu Santo. En efecto, la forma principal empleada por Jesús para expresarse en el Nuevo Testamento fue a través del Espíritu Santo. Hoy Dios sigue hablando a nuestro espíritu por medio de su propio Espíritu, que ahora vive, mora y permanece en nosotros.
Si andamos en el Espíritu diariamente, entregados a su poder, tenemos el derecho de esperar que oiremos todo lo necesario de parte de Dios. El Espíritu Santo, que vive dentro de nosotros y nos habla, debería ser quien moldea el estilo de vida natural, normal de los creyentes. Podemos reclamar su presencia, dirección y orientación.
Hace algunos años nuestra iglesia se encontraba en proceso de comprar una propiedad. Yo estaba realmente empeñado en buscar al Señor. Teníamos que ver al dueño de la propiedad, y la mañana cuando nos íbamos a encontrar con él yo estaba leyendo las Escrituras cuando mis ojos se posaron sobre el siguiente versículo en particular: Oh Dios, santo es tu camino; ¿Qué Dios es grande como nuestro Dios? Tú eres el Dios que hace maravillas; Hiciste notorio en los pueblos tu poder (Salmo 77.13,14).
Pues bien, ya no necesitaba oír otra cosa. En el curso de la conversación con el propietario este preguntó: «¿Cuánto están dispuestos a pagar por la propiedad?» El Espíritu de Dios me habló inmediatamente y me dijo: «No respondas esa pregunta». De manera que no contesté. Me quedé callado. El hombre siguió hablando. Yo no abrí la boca.
Finalmente dijo: «¿Qué les parece este precio?», y mencionó una cantidad. Era un monto justo y decidí aceptar. El Espíritu de Dios me habló muy clara y concretamente dándome la orientación que necesitaba en ese momento. Tengo la impresión de que el resultado agradó a Dios y sirvió para que su obrar fuese efectivo.
Creo que la Palabra de Dios y el Espíritu Santo son los dos modos principales que Él emplea para hablar con los creyentes en la actualidad. Cuando digo que el Espíritu Santo «habla» no quiero decir que lo haga audiblemente. Más bien graba su voluntad en mi espíritu o en mi mente, y lo oigo en mi ser interior. Si bien no es audible, la comunicación resulta, no obstante, precisa y concreta.