
Libertad en las Relaciones
Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.
Gálatas 5:13
Cuando se trata de disfrutar la vida, todos nos encontramos en diferentes lugares de nuestra jornada. Algunos de nosotros disfrutamos la vida plenamente, y otros nada. Piense en lo que dije anteriormente.
Jesús dijo que vino para que tengamos vida y que la tuviéramos en abundancia: al borde hasta que rebose (Juan 10:10). Se nos ordena que disfrutemos nuestra vida; por lo menos, es la manera en que he decidido verlo.
Para disfrutar la vida debemos tener libertad y debemos permitir que otros tengan libertad. Una de las tareas más arduas que podemos realizar es el trabajo de tratar de controlar a los que nos rodean.
Pasé muchos años tratando de controlar a mi marido, a mis hijos y a mis amigos. No lo estaba haciendo porque fuera mala. De niña, había sufrido abuso y había sido controlada yo misma, y creo que en algún punto del camino decidí que era controlar o ser controlada. Temía que otros dirigieran, porque sentía que, si lo hacía, nunca obtendría lo que quería.
Mi experiencia fue que todos los que tenían autoridad en mi vida me habían lastimado, y yo no iba a permitir que eso volviera a suceder. Ni siquiera entendía realmente incluso que yo era una controladora: que me había convertido en aquello mismo que yo odiaba.
Sí, entendía que no era feliz. No tenía paz ni gozo, y ciertamente no estaba disfrutando mi vida. Sabía que tenía un problema, pero no sabía cuál era o cómo arreglarlo.
He estado compartiendo capítulo tras capítulo las cosas que Dios me ha mostrado durante mi propia recuperación, y este capítulo no es la excepción. Es algo que he aprendido que me ha ayudado inmensamente a disfrutar mi vida y a las personas en ella.
Yo no solo tenía problemas con tratar de controlar a los demás, pero en ciertas formas, le permitía a la gente que me controlara. Estaba demasiado preocupada de lo que pensaban, y yo trataba de vivir a la altura de sus expectativas y exigencias silenciosas.
Este fue el caso especialmente entre grupos de personas con quienes deseaba relacionarme. Quería ser parte, pero seguía estando en el exterior mirando hacia adentro. Me parece ahora en retrospectiva que yo trataba de controlar a los que me amaban, y vivía en el temor del rechazo de las personas cuyo amor desesperadamente quería. Como resultado, les permití robar mi libertad.
Dios no nos creó para ninguna clase de control excepto el dominio propio. Nosotros debemos voluntariamente darle las riendas de nuestra vida, no tratar de conservarlas, ni dárselas a personas que quieren usarnos para su propio beneficio y ventaja. He avanzado bastante, y creo que he podido ayudar a muchas personas a lo largo del camino. Soy libre para ser yo, y estoy libre de la necesidad de controlar a los demás.