
Romper Malos Hábitos
Dios nos ofrece a cada uno de nosotros una vida estupenda, pero debemos renovar nuestra mente y aprender a pensar con propósito si queremos experimentar todo lo que Él ha planeado para nosotros.
Quizá una de las áreas en las que necesitemos ser más deliberados e intencionados sea el área de los hábitos. Los hábitos son actos que hacemos repetidamente, a veces sin ni siquiera pensar en ellos, o cosas que hemos hecho tan a menudo que se convierten en nuestras respuestas naturales a ciertas situaciones.
Por ejemplo, yo tengo el hábito de ponerme lápiz labial después de comer cuando estoy en público. Mis amigos bromean debido a que lo hago con mucha frecuencia. Saco de mi bolsillo espejo y mi lápiz labial, y me lo aplico.
Cuando estoy en casa, utilizo un brillo de labios en cambio. No creo que nunca piense conscientemente en ello; lo he hecho por tanto tiempo que es un hábito. En el momento en que siento mis labios resecos me aplico algo para hidratarlos.
También muevo mucho los dedos de mis pies. Ni siquiera sé por qué lo hago; es sólo un hábito. Al menos mantiene la sangre circulando en mis pies, lo cual es algo bueno.
Algunas personas tienen el hábito de poner las llaves de su auto en el mismo lugar cada vez que entran en su casa o en su oficina. Algunas se aseguran de que no haya absolutamente nada en sus buzones (sean físicos o electrónicos) al final de cada día de trabajo. Otras tienen el hábito de hacer ejercicio diariamente o comer de modo sano.
Algunas llenan sus tanques de combustible cuando están medio vacíos en lugar de hacerlo cuando están casi vacíos. Esos son buenos hábitos. Desde luego, las personas tienen malos hábitos también: morderse las uñas, interrumpir a otros cuando están hablando, no apagar las luces cuando salen de una habitación, dejar desorden para que otros lo ordenen, o llegar tarde crónicamente.
Todos tenemos hábitos como los que he mencionado; muchos de ellos nos son únicos como individuos, y puede que no conozcamos a ninguna otra persona que haga lo que nosotros hacemos exactamente del modo en que lo hacemos.
Algunos hábitos que son inofensivos no son necesariamente aquellos por los que debemos preocuparnos, pero nuestros hábitos dañinos necesitan ser rotos y sustituidos por buenos hábitos. Los malos hábitos no quedan rotos sencillamente porque queramos romperlos; debemos romperlos a propósito, y eso requerirá determinación y diligencia.
Encontré treinta y cuatro referencias en la versión de la Biblia en inglés. Amplified Bible, para la palabra habitualmente. Eso me dice que Dios espera de nosotros que formemos buenos hábitos. El salmista David dijo que el hombre que quiere prosperar y tener éxito necesita habitualmente pensar y meditar en la palabra de Dios de día y de noche (Salmo 1:2, 3).
Esto me dice que establecer los hábitos necesarios para tener éxito requiere disciplina y coherencia, especialmente en nuestros pensamientos. Con suficiente disciplina y coherencia podemos romper malos hábitos y pueden formarse otros nuevos.
Piensa en romper un mal hábito como en romper con un mal novio. Curiosamente, podríamos extrañar a ese novio aun cuando supiéramos que hicimos lo correcto al romper con él. Podríamos sentirnos solos durante un tiempo y ser tentados a volver a él, pero si permanecemos firmes en nuestra decisión, finalmente ya no lo extrañaremos y encontraremos a otra persona que nos proporcione una relación sana.
De manera similar, podemos romper un mal hábito y aún así extrañarlo durante un tiempo, hasta ser tentados a regresar a viejos caminos. Este es el momento de concentrar tu mente y mantenerla concentrada en la nueva dirección, porque no querrás permanecer atado al viejo y perderte lo bueno que Dios tiene para ti.
En el Nuevo Testamento, Pablo escribe que debemos habitualmente dar muerte a las obras malas impulsadas por el cuerpo si queremos vivir verdaderamente y genuinamente (Romanos 8:13). Simplemente está diciendo que debemos aprender a discernir lo que no es voluntad de Dios y, por tanto, no es bueno para nosotros, y debemos decir habitualmente no a esas cosas.
Hacer lo que es correcto una vez o hasta unas cuantas veces no significa tener éxito, pero hacer lo correcto habitualmente producirá una vida que vale la pena vivir. Puede que no sea fácil, pero valdrá la pena el esfuerzo empleado.
No te desanimes si al principio sientes que estás haciendo poco o ningún progreso en formar nuevos hábitos. Recuerda que los hábitos toman tiempo. Como mencioné en la introducción a la Parte I, algunos expertos dicen que un hábito puede desarrollarse en veintiún días, mientras que otros dicen que se necesita un mes.
No sé si esas cantidades son precisas o no, pero lo que sí sé por experiencia es que cualquier cosa en la que permanezco por treinta días sí comienza a quedar arraigada en mis pensamientos, mi carácter y mi rutina.
Treinta días me da un buen comienzo, y prefiero pasar mi tiempo avanzando que retrocediendo. Por tanto, si necesitas formar un nuevo hábito, inténtalo durante treinta días. Al final de ese periodo, comprueba dónde estás. Si parece establecido, felicidades, pues tienes un nuevo hábito. Si no, sigue siendo diligente, disciplinado y concentrado, y finalmente tendrás éxito. La persona que nunca se rinde siempre ve la victoria.